Tras la polémica generada por el proyecto de despenalización del aborto terapéutico, Paola Dragnic hizo publica una carta a través de su página de Facebook, en donde señala todo lo que vivió en un episodio de su vida cuando tuvo que realizarse un “aborto terapéutico” en su cuarto mes de gestación producto de un brutal cáncer de placenta.

En conversación con BioBioChile, la periodista Paola Dragnic indicó que ha contado la historia muchas veces y que no tiene temor de repetirla 100 veces más si es necesario. “No me puedo quedar callada, yo no sólo tengo la información, yo lo viví y sirve para llevar el tema a discusión”, señaló la profesional.

Consultada sobre si el aborto dejó una huella durante estos años de su vida, Dragnic declaró que no, ni psicológica ni emocionalmente. “Finalmente la carga es cultural, social. Frente a los demás, tu quedas marcada para siempre como “la que se hizo un aborto”.

Tras 8 años de lo ocurrido, Paola se siente tranquila y feliz con la decisión tomada, ya que el haber pasado por un aborto terapéutico le dio la posibilidad de más tarde ser mamá de 2 pequeños. Es por eso que está a favor del proyecto para despenalizar el aborto y asegura que “Los políticos que están en el Parlamento están ahí para representarnos y no para aplicar su propia ideología. Deben escuchar al otro desde su legítima necesidad”.

Asimismo, Paola Dragnic solicitó a BioBioChile plantearle una pregunta a Carlos Larraín: “Quiero que el senador me explique ¿por qué durante todo el gobierno de Augusto Pinochet hubo aborto terapéutico y nadie se negó?

Cabe señalar que el escrito fue publicado este miércoles y ya ha sido compartido más de 15.000 veces y posee más de 20.000 ‘Me Gusta’:

Yo aborté.
Yo lo único que quería era ser mamá. Me embaracé y comencé un extraño proceso de intoxicación. Me estaba muriendo.
Las ecografías no reflejaban nada malo, físicamente hablando, pero a la semana 14 me hicieron una Traslucencia nucal del feto, que salió muy mal. La opción era hacer una coriocintesis, que consistía en pinchar mi vientre y sacar un poco de placenta para analizarla.

Yo ya no podía estar de pie. Engorde 33 kilos, vomitaba hasta el agua, estaba intoxicada. El resultado fue que mi embarazo era un triploide 69xxx, es decir, dos espermatozoides habían fecundado un ovulo. Se formó un feto de apariencia normal, pero tenía 3 juegos de cromosomas. Esto desencadeno un brutal cáncer de placenta.

Me estaba muriendo. El médico, uno de los mejores de Chile en medicina fetal, me dijo que esto había que interrumpirlo rápidamente, de lo contrario yo iba a morir. Pero que en Chile no podían hacerlo. Él mismo, desde la mejor clínica de Chile, hizo los contactos para irme a Estados Unidos pero necesitaba 4 millones de pesos que no tenía en ese momento.

Había posibilidad de operarme aquí, pero sólo cuando los tumores ya estuvieran completamente diseminados para que nadie fuera preso. Comenzamos a juntar dinero, a hacer los trámites de Visa, mientras preparábamos un escrito contra el estado de Chile, ya que en este caso (carcionoma por triploide con feto vivo) si no se saca todo, el fin siempre es la muerte de la madre.

Pasaron 4 meses de esta tortura, yo estaba como intoxicada, no podía caminar sola, tenía una guata como si tuviera 8 meses de embarazo y eran sólo los tumores que aplastaban al feto e inundaban mi cuerpo.

Estaba muriendo.

El último examen de sangre arrojó gonodotrofinas por sobre las 700 mil unidades. Estaba en shock. Me ingresaron de urgencia, sólo recuerdo que me tomaban radiografías de pulmones para ver si el cáncer ya estaba ahí. Yo decía, pero no puedo tomarme Rayos X. Deliraba.

Me dieron calmantes. De pronto, un médico me puso un misotrol intravaginalmente. Me estaba muriendo de dolor y de impotencia de que me hubieran hecho estar en esta tortura hasta los 4 meses, arriesgando mi vida. Me explicaron que aún no estaba el cáncer en los pulmones, pero que era altamente probable que por el estado de avance de los tumores, iban a tener que sacar mi útero completo.

Gracias al estado de Chile, que no me intervino inmediatamente, yo estaba con cáncer y con una alta probabilidad de perder mi útero y no ser madre.

De pronto me anestesiaron. Al despertar, el médico me acariciaba la cara. Y la enfermera me tomaba la mano. Abrí los ojos, desorientada, no podía emitir palabras. En cualquier otro país del mundo, no me hubieran hecho pasar por esto: Llevar mi vida al extremo más límite para entonces decir “Es que no quedó otra que el aborto terapéutico”.

No podía articular una palabra. La enfermera me miro, y a penas pude balbucear: “¿Tengo útero?” Y ella contestó: “Si mi niña, podrás se mamá”. Sólo se me cayeron un par de espesas lágrimas. Había sido humillada por un sistema y por la moral impuesta de quienes no entienden razones. Había sido obligada a arriesgar mi vida para no ser una delincuente, cuando lo que más yo quería era ser madre.

Durante 8 meses, tuve que hacerme ecografías y exámenes de sangre cada viernes. Al año, me volví a embarazar. A los 9 meses nació mi querida Sofía y a los dos años, me embaracé y nació Simón. Ambos sanos, ricos y bellos, como los soñé desde la primera vez que un óvulo mío fue fecundado por Marcelo Araya.

Soy madre hoy gracias a un aborto terapéutico, y aunque podría haber fingido mil cosas, comparto mi historia porque tenemos que escucharnos y aprender más allá de la ideología. Si mi suegra -muy católica, de derecha y hasta admiradora de Pinochet- lo entendió, cualquiera que ame la vida entiende de lo que hablo. Otra cosa es con guitarra.