Las imágenes de “Timbuktú”, que compite por la Palma de Oro, muestran el horror cotidiano impuesto por guerrillas yihadistas que portan kalachnikovs y teléfonos portátiles. La crítica mundial aplaudió esta película, que abrió la competencia oficial.

 

Por Ana Maria ECHEVERRIA/AFP

 

Cannes, 15 mayo 2014 (AFP) – En momentos en que el mundo tiene los ojos puestos en Nigeria, donde islamistas secuestraron a 223 estudiantes, un realizador africano, Abdehrrahmane Sissako, trajo a Cannes un poético y violento filme sobre la guerra santa lanzada hace dos años contra la legendaria ciudad de Timbuktú.

 

Una mujer joven recibe latigazos porque fue hallada cantando, una pareja es sepultada hasta el cuello en las arenas del Sahel y un equipo de fútbol juega ese deporte… pero sin balón.

 

Las imágenes de “Timbuktú”, que compite por la Palma de Oro, muestran el horror cotidiano impuesto por yihadistas que portan kalachnikovs y teléfonos portátiles. La cámara de Sissako está cargada de denuncia, pero también de poesía, y capta la arena y la luz del desierto, el correr de las gacelas, las quietas aguas del río Níger.

 

La película del cineasta mauritano fue muy aplaudida por la crítica. El filme es una denuncia del obscurantismo religioso; en este caso, el islamismo radical.

 

La acción se desarrolla Timbuktú, ciudad del norte de Malí, la llamada “perla del desierto”, antaño un lugar único y misterioso donde se mezclaban todas las comunidades. Ocupada en el 2012 por los yihadistas, esta mítica ciudad del Sáhara se convirtió en una “ciudad mártir”, de calles silenciosas, temerosas.

 

“Nos volvemos indiferentes al horror”

 

“El punto de partida de la película fue la lapidación de una pareja en una aldea del norte de Malí”, por estar juntos sin estar casados, contó el realizador Sissako, en una emotiva rueda de prensa en el Palacio de los Festivales de Cannes.

 

“Pero lo terrible fue no sólo el hecho, sino que nadie habló de ello”, dijo Sissako, que no pudo contener las lágrimas al recordar el horror que viven las poblaciones sometidas a los yihadistas.

 

“Nos volvemos indiferentes al horror”, observó. “Y quizá yo lloro en lugar de ellos, en lugar de los que han sufrido de verdad”, confesó el realizador, que viajó a Cannes acompañado de los protagonistas de la película, la mayoría de ellos no profesionales.

 

Sissako pensó en un principio hacer un documental, y rodar en Timbuktú, luego de que la ciudad fuera “liberada” por el ejército francés, en 2013.

 

“Pero era demasiado arriesgado”, dijo, y explicó que un mortífero atentado que tuvo lugar en septiembre del 2013 lo convenció de que era mejor rodar el filme en la vecina Mauritania.

 

La cámara de Sissako es un arma de denuncia impregnada de humanidad y compasión, que retrata personajes y escenas verídicas en su complejidad contradictoria.

 

Esta es la primera vez que Sissako figura en la competición oficial del Festival de Cannes. Y si los aplausos que recibió la película en el pase de prensa son un barómetro, este realizador, que hace 15 años presentó “La vida sobre la tierra” en la sección paralela Quincena de Realizadores, y que regresó en 2006 con “Bamako”, fuera de concurso, podría alzarse con un premio en la ceremonia de clausura de esta 67º edición del Festival.

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