En una ceremonia de graduación de la Universidad Howard en Washington, los estudiantes escuchan los consejos de un orador muy distinto a la mayoría de los que han recibido este honor: es Sean Combs, o “P. Diddy”, un símbolo del hip-hop convertido en empresario.

Frente a un mar de jóvenes vestidos de toga y birrete azules, el magnate del rap –un género musical comprendido en la más amplia cultura hip-hop– habló el sábado del secreto de su éxito.

“Decidí acoger el espíritu empresarial de mi papá, pero de una manera honesta y legal”, dijo Combs, cuyo padre murió en un negocio de drogas que acabó mal.

Con una fortuna de 700 millones de dólares, “P. Diddy” es parte de una nueva camada de raperos empresarios que han emergido de los callejones para instalarse en los titulares de las noticias económicas.

El rey del rap en la costa oeste, Dr. Dre, podría convertirse pronto en el primer hip-hopero multimillonario, si se concreta la venta a Apple de su compañía Beats, que vende audífonos y publica música en línea.

Los coloridos audífonos de Dre, ubicuos entre los jóvenes a pesar de su alto precio (cerca de 300 dólares), son un símbolo de estatus desde que cruzaron el umbral del hip-hop hacia el “mainstream” o la moda establecida.

El acuerdo con Apple sería “un gran hito. Después de todo es una negociación con la compañía más grande del mundo”, dijo Dan Charnas, autor del libro “The Big Payback. The History of the Business of Hip-Hop” (El gran retorno: la historia del negocio del hip-hop).

“Pero tiene sentido en el contexto del aumento de la cantidad de empresarios del hip-hop”, añadió Charnas, refiriéndose a todos los años que el hip-hop había pasado tocando sin respuesta las puertas del capitalismo estadounidense.

El camino fue abierto hace 30 años, cuando el legendario sello discográfico Def Jam y el gigante musical Columbia alcanzaron un acuerdo.

No obstante, esta compra no eliminó de golpe los recelos que sentía el “establishment” blanco y protestante hacia esta cultura negra, urbana, de los bajos fondos.

Hubo que esperar hasta mediados de los años 2000 para ver a algunos reyes del hip-hop firmar acuerdos muy lucrativos que convirtieron sus marcas personales en fábricas de hacer dinero.

“¿Por qué al ‘mainstream’ no le costó ningún esfuerzo entender el rock and roll y, en cambio, el hip-hop tuvo que esperar años para alcanzar acuerdos multimillonarios?”, se pregunta retóricamente Steve Stoute, un exejecutivo de la industria musical que fundó una empresa de mercadeo.

Cambiaron los tiempos

Una señal de que han cambiado los tiempos, es que la revista económica Forbes ahora publica, entre sus “rankings” de las personas más ricas del mundo, una lista paralela con los representantes más afortunados del hip-hop, que no necesariamente se limita a los artistas musicales.

El más rico de todos es P. Diddy, quien fundó su propio sello disquero (Bad Boy Records), una línea de ropa (Sean John), tiene una sociedad con la marca de vodka Ciroc y lanzó su propio canal musical, Revolt TV.

Gracias al éxito de su álbum “Get Rich or Die Tryin‘”, le sigue en segundo lugar el rapero 50 Cent, quien hizo un jugosísimo negocio cuando invirtió en Vitaminwater, una marca luego comprada por Coca-Cola en 2007 por 4.100 millones de dólares.

También el experimentado empresario Jay-Z (rapero y esposo de la megaestrella del hip-hop Beyoncé) ha construido un imperio que incluye una línea de ropa y una participación en un equipo de básquet de la NBA.

Pero, según él, ese espíritu empresarial les llegó a los artistas del hip-hop más por necesidad que por elección.

“Todos los sellos disqueros nos cerraban las puertas. Lo que hicimos de genial fue que no nos rendimos”, dijo en marzo de 2013 en un evento con el gurú de los negocios Warren Buffett.

“Comenzamos vendiendo nuestros propios CD, luego logramos que se hablara de nosotros y que fueran los sellos discográficos los que vinieran a buscarnos”.

En momentos en que los ingresos caen en picada debido a la competencia de la oferta online, las discográficas no pueden darse el lujo de desdeñar una nueva ola comercial.

“Creo que lo mejor que le pasó al hip-hop fue que los adolescentes pegaran afiches de estos artistas en sus paredes. Querían vestirse como ellos y cantaban sus canciones en la casa. Eso forzó a todo el mundo a prestar más atención”, dijo Stouted, quien produjo un álbum del rapero Eminem.