La inmortalidad es uno de los anhelos más antiguos y perseguidos del ser humano. Sin embargo pese a los grandes avances científicos durante los últimos siglos, las razones de nuestro envejecimiento y muerte aún no están del todo claras. Menos aún, las formas de detenerlo o revertirlo.

Sin embargo el análisis de la sangre de quien fuera alguna vez la mujer más longeva del mundo ha brindado nueva información a los científicos. Información que podría ayudarnos a alcanzar algún día la vida eterna.

Envíen sus agradecimientos a Hendrikje van Andel-Schipper, una mujer danesa que nació en 1890 y quien, para su muerte en 2005, había vivido unos sorprendentes 115 años. Su caso es aún más peculiar ya que la anciana gozaba de excelente salud, manteniendo incluso una capacidad cognitiva impecable hasta su deceso, algo raro en personas de su edad.

Esta vitalidad convirtió a Van Andel-Schipper en una oportunidad única para los investigadores de aprender más sobre cómo el envejecimiento nos afecta, sin la interferencia de las enfermedades, por lo que la mujer aceptó donar su cuerpo a la ciencia una vez muerta, con el compromiso de que los resultados de los estudios se hicieran públicos.

El más importante hasta el momento, es la comprobación de que nuestra esperanza de vida depende directamente de la capacidad de las células madre para reproducirse y regenerar tejidos o fluidos.

Según describe la publicación especializada NewScientist, un análisis de mutaciones demostró que hacia el final de su vida, 70% de los leucocitos (glóbulos blancos defensivos) en la sangre de Van Andel-Schipper, provenían de apenas 2 hemocitoblastos, o células madre sanguíneas.

Esta caída es impresionante considerando que, “cuando nacemos, nuestro cuerpo posee cerca de 20.000 hemocitoblastos, especulándose que su número puede caer a sólo 1.000 hacia el fin de nuestra existencia“, indica la doctora Henne Holstege, del VU University Medical Center en Amsterdam.

Pero eso no es todo. Los análisis también demostraron que a medida que pasan los años, estas células van sufriendo un serio desgaste en sus telómeros, los extremos de los cromosomas que los protegen cada vez que se dividen para replicarse. De hecho, los telómeros en las células sanguíneas de Van Andel-Schipper eran 17 veces más cortos que aquellos en sus células cerebrales, las que rara vez se duplican.

Otro resultado interesante es que las mutaciones que sufrieron las células sanguíneas de la mujer a lo largo de su vida fueron totalmente inocuas, sin presentar riesgo de cáncer u otras enfermedades. De aquí se desprende que su sistema circulatorio era privilegiado a la hora de reparar o destruir las células que pudieran presentar mutaciones peligrosas.

¿Se puede vivir para siempre?

Ahora, los científicos concentran su atención en si es posible revertir o detener lo que denominan el “punto de fatiga” de la reproducción celular, que es cuando las células madre de nuestro cuerpo pierden la capacidad de reproducirse.

“¿Existe un límite para las veces en que una célula puede reproducirse y, por ende, un límite definitivo para la vida humana? ¿Podríamos traspasarlo si recargamos el cuerpo con células extraídas de tu juventud?”, se pregunta la doctora Holstege.

La idea, por ahora sólo teórica, sería rescatar algunas de las primeras células madre creadas por el cuerpo, libres de mutaciones y con sus telómeros en su máxima extensión, a fin de que repotencien el cuerpo y extiendan la vida.

“Si tomo una muestra ahora y me la inyecto nuevamente cuando sea más vieja, volveré a tener telómeros intactos, aunque esto sólo funcionaría con las células del torrente sanguíneo, no con otros tejidos”, concluye Holstege.

Mientras los científicos resuelven este dilema, quizá sea mejor quedarnos con los consejos que la propia Hendrikje van Andel-Schipper dio en vida, respecto de cómo llegar en tan buen estado a su extrema ancianidad.

“Comer un arenque (pescado) cada día y beber jugo de naranjas. No fumes y no bebas mucho alcohol. Sólo un poco de advocaat (rompope) con crema los domingos y festivos. Y siempre permanecer muy activo”, era su consejo, demostrado en el hecho de que se mantuvo viviendo de forma independiente hasta los 105 años, cuando fue trasladada a una casa de retiro.