No importa si son las llaves, nuestro teléfono, la billetera o los lentes. Son todos objetos valiosos y que extrañamente suelen “perderse” con una facilidad que sorprende. Ahora, la ciencia intenta explicarlo, concluyendo que nuestros genes serían los culpables.

Al respecto, la cadena británica BBC señala que según un reciente artículo del Wall Street Journal, las fallas de memoria no discriminan por edad y los genes tendrían una parcial responsabilidad.

El estudio, que tuvo lugar en Alemania, consideró la aplicación de un sondeo a 500 personas, a las que se les tomaron muestras de saliva y como resultado arrojó que un 75% de los participantes “olvidadizos” tenían una variación del gen receptor de dopamina D2 (DRD2).

En esta línea, el investigador en psicología y neurociencia de la Universidad de Bonn, Sebastián Markett, señaló que el efecto de olvidar las cosas “puede explicarse por efectos genéticos, que probablemente implican una decena de variaciones genéticas”.

Por otra parte, el profesor de psicología la Universidad de Harvard, Daniel Schacter, ubica el origen del olvido en “una ruptura en la interface entre la atención y la memoria”. Esta ruptura precisamente es abordada en el artículo del WSJ aludiendo a que existen dos motivos: “cuando no logramos activar nuestra memoria para codificar lo que estamos haciendo -por ejemplo, dónde dejamos las llaves o la agenda- o cuando tratamos de acceder a ese recuerdo”.

Al codificar una memoria, un sector de nuestro cerebro llamado hipocampo, registra una especie de fotografía que se añade a un grupo de neuronas para activarse cuando sea necesario.

A ese proceso de codificación, asegura BBC, debemos estar atentos. “Si nuestro estado mental cuando tratamos de acceder a esa memoria es distinto al estado mental durante la codificación, podemos tener un problema”.

Por lo mismo, el artículo proporciona algunos consejos para evitar provocarnos un dolor de cabeza al intentar recordar dónde quedaron las llaves del auto o dónde dejamos lo que llevábamos en nuestras manos hace tan sólo unos segundos.

En primer lugar, debemos depositar nuestros objetos en lugares relacionados a su uso. Por ejemplo, si acostumbramos a perder nuestros lentes ópticos de lectura nocturna, lo ideal es que lo dejemos sobre el velador o cerca de la cama, para así asociar el objeto al uso que queremos darle.

En segundo lugar, y como consejo más curioso, el profesor de psicología de la Universidad de Washington, Mark McDaniel, llama a “pensar o incluso decir en voz alta: Estoy guardando mi billetera en el cajón del escritorio”, para recordar más tarde en qué lugar dejamos este objeto.

Por último, otra recomendación es “visualizar la tarea asociándola con algo del ambiente que espera encontrar cuando la cumpla”. Si quieres comprar verduras o pollo, imagina esos productos e incluso el lugar físico donde los comprarás. Así podrás recordar y asociar fácilmente el objeto que, debido a los genes, poco cuesta olvidar.