De un tiempo a esta parte, ha existido mucha curiosidad por conocer más acerca de la historia de Jesús. Investigadores, académicos, escritores o gente común y corriente han buscado esclarecer un sinfín de dudas respecto a lo que está en Biblia, y aquello que se dejó fuera.

Es conocido que Jesús, al contrario de otros fundadores de religiones, no dejó nada escrito mientras vivió. Su mensaje lo transmitía de manera oral a sus discípulos y apóstoles, los que a su vez, lo dieron a conocer a través de la predicación a las primeras comunidades cristianas.

Pero es a partir de la primera mitad del siglo I, que el mensaje que fundará las bases de la Iglesia Católica, comenzó a materializarse en la forma escrita que ya conocemos como Evangelios: San Lucas, San Mateo, San Juan y San Marcos.

Los textos de San Mateo y San Juan fueron escritos por testigos directos de la predicación de Jesús, mientras que San Marcos y San Lucas por testigos indirectos que reunieron la información de otras personas. La validez general de los cuatro escritos fue constatada a finales del siglo II en el testimonio de Ireneo de Lyon.

Es así como la mezcla de lo oral con lo escrito, llevó a que a finales del siglo I y en el decurso del II, surgiera una gran cantidad de escritos recopilatorios de dichos y sentencias dispersas de Jesús, algunos de los cuales llegaron a adoptar forma de Evangelios, pero al no ser incluidos en la Biblia, o aceptados por otras iglesias cristianas, fueron llamados “extracanónicos” o “apócrifos”.

En el libro “Los Apócrifos”, Aurelio de Santos Otero los describe como aquellos que no fueron reconocidos por las iglesias cristianas de los primeros siglos como parte de la Sagrada Escritura. Sin embargo, se presentan con nombres o características que los hacen parecer canónicos.

Según el teólogo Pablo Uribe, de la Universidad Católica de la Santísima Concepción, estos escritos se distinguen de los textos sagrados por su contenido y el estilo con el que presentan los hechos. Mientras los evangelios mantienen una forma propia de una predicación apostólica, sobria y carente de adornos, en los apócrifos abunda el relato fantástico y no sigue el género utilizado para escribir un evangelio.

Además, los apócrifos se diferencian de los evangelios, ya que estos últimos apenas señalan la autoría de quienes los escribieron, mientras que los “extracanónicos” resaltan varias veces el nombre de algún miembro distinguido de la comunidad que supuestamente lo produjo.

Uribe explica que los apócrifos intentan completar la vida de Jesús, pero distan mucho de los contenidos incluidos en la Biblia. Muchos de ellos datan de tiempos más lejanos al de los textos bíblicos; aparecen años después.

En general, se han transformado en una corriente muy estudiada dentro de la teología, ya que permiten conocer las distintas creencias que van mostrando otra manera de pensar, indicó Uribe.

Entre los apócrifos más estudiados, ya sea porque se acercan más a las sagradas escrituras o al tiempo en que se escribieron los evangelios son:

Evangelio de Tomás: Jesús no es el único hijo de Dios

Según el padre Ramón Trevijano, miembro de la Pontificia Comisión Bíblica del Vaticano y profesor emérito de la Facultad de Teología de la Universidad de Salamanca, de todos los apócrifos, éste es el más importante. Se trata de una colección de 114 logias o dichos breves de la que se escribió mucho durante los años 60. Y a pesar de su redacción diferente a la encontrada en los canónicos, un tercio de ella coincide con el de las sagradas escrituras. De hecho, muchas de las cosas que están en él, se encuentran en el Nuevo Testamento.

En él se revelan los hechos detrás de la resurrección y Jesús parece transmitir un mensaje extraño, una enseñanza secreta muy diferente a los hallados en los tradicionales. No hay milagros ni historias, sólo recopila los dichos de Jesucristo.

En los evangelios canónicos, Jesús es el único hijo de Dios, en tanto que en el de Tomás se sugiere que todos podemos convertirnos en hijos de Dios al decir: “cuando se conozcan a sí mismos, entonces serán conocidos y comprenderán que son hijos del padre viviente”. Jesús no tiene que los demás no puedan tener, es posible tener el mismo tipo de relación con lo divino, indican los investigadores.

En esta apócrifo se llama a una conexión personal con Dios sin que se necesiten iglesias organizadas, sacerdotes u obispos. Tratándose de un evangelio considerado “gnóstico” (secta constituida a comienzos del cristianismo que enfatizaba el misticismo y estaba en desacuerdo con la jerarquía cristiana emergente), no fue del agrado de las autoridades de la Iglesia. Y probablemente esa puede ser la razón por la cual este evangelio fue calificado como herético.

Evangelio de Judas: Jesucristo pidió ser crucificado

Su popularidad comenzó a gestarse en 2006 cuando la National Geographic Society publicó el trabajo de restauración y traducción del manuscrito hallado en 1970 en Egipto. Se presume que el apócrifo de Judas Iscariote fue escrito durante el siglo II.

Impacto generó el documental dedicado a este evangelio que lanzó NatGeo, ya que en él la figura de Judas no es la del famoso traidor como afirma la Biblia, sino que acá es el discípulo favorito de Jesús, el que si bien lo entregó a las autoridades romanas, fue siguiendo las órdenes de su maestro.

Evangelio de María Magdalena: ¿la verdadera líder de la Iglesia Cristiana?

Otra de las escrituras olvidadas más convincentes fue la hallada en Egipto en 1896, y corresponde a la de María Magdalena. Sin embargo, no es la misma mujer que tiene un papel asignado por la Iglesia como el de la prostituta arrepentida y reformada, sino que acá es una discípula bien amada y miembro del círculo interno de Jesús.

Si el evangelio de María Magdalena es auténtico, significa que en algún momento las mujeres fueron líderes poderosas de la iglesia cristiana, y que ella fue la líder de los apóstoles.

En este se detallan las instrucciones secretas que Jesús solo le dijo a María Magdalena, como la revelación de ciertas cosas sobre la vida después de la muerte en términos gnósticos.

Esto ya que en los cuatro evangelios tradicionales, se describe como un paraíso de gran felicidad, pero en el de María incluye un extraño viaje del alma en el que la persona muerta se encuentra con criaturas angélicas y demoníacas a medida que el alma se abre paso hacia el cielo, según el manuscrito.

Evangelio de Pedro: los misterios de la resurrección de Jesús

En 1886, arqueólogos franceses que trabajaban en Egipto descubrieron una antigua tumba cristiana, en cuyo interior había un monje del siglo VIII. En sus manos había un libro llamado el Evangelio de Pedro, siendo uno de los primeros textos perdidos en ser descubiertos.

Éste cuenta una versión muy diferente de la vida de Jesucristo; es una historia temprana y alternativa, donde Jesús no sufrió dolor alguno mientras estaba en la cruz. “Y tomaron dos malhechores, y crucificaron al Señor entre ellos. Mas él se callaba, como aquel que no siente sufrimiento alguno”. (Los apócrifos. Barberà del Vallès (Barcelona), Humanitas, S.L. 2005)

Asimismo afirma revelar un testimonio presencial de la resurrección, convirtiéndose en el único evangelio que intenta contar la historia de lo que pasó durante la resurrección, pues todos los evangelios bíblicos hablan de los resultados de ésta, que la tumba estaba vacía, etc.

En el texto dice “la tumba estaba abierta, y los soldados lo vieron porque montaban guardia. Mientras explicaban lo que habían visto vieron salir a tres hombres de la tumba”.

Cuando salen van sujetando un tercero, el que supuestamente es Jesús, y luego se oye una voz profunda que pregunta “¿Has predicado a los que están dormidos?”. Es así como la resurrección termina con Jesús y las otras dos figuras subir al cielo, dejando a los testigos oculares asombrados.

El descubrimiento de estos evangelios revela una batalla secreta ya olvidada, pero que una vez fue de gran relevancia: la pelea por el alma de la cristiandad. Por un lado hay un grupo devoto que desea una relación directa y espiritual con Dios y con sus propios evangelios, y por el otro, una creciente jerarquía de cristianos ortodoxos que solo aceptan cuatro evangelios, según recalca el documental Los Evangelios Perdidos.