Tras dos noches en que no se logra dormir hasta altas horas de la madrugada por la eventualidad de un nuevo terremoto, la necesidad de contar con certezas pareciera estar jugándole una mala pasada a los habitantes de mi ciudad.

Toda mi vida he vivido en Arica, y hasta ahora no recuerdo la histeria que de a poco comienza a incidir en las acciones de las personas con quienes comparto.

Es cierto, ojalá pudiéramos saber la fecha y hora exacta del famoso ‘megaterremoto’ anunciado para esta zona, pero hasta ahora la ciencia no avanza a ese punto. De ahí entonces que cualquiera que dijese tener cierta información con respecto a ese evento, es escuchado con atención por algunos.

El problema es que hoy en donde vivo, no son algunos, sino todos quienes quieren escucharlos. Y eso pasó.

Al despertar este jueves voy al baño, abro la llave del agua y noto baja presión. Eran las 11 de la mañana. Pensé que era inminente el corte y lo compartí en redes sociales. Pero casi al instante unos contactos me negaron que se cortaría… pero se cortó. Fue raro. Aguas del Altiplano lo descartaba y aseguraba que estaban al 100%, sin embargo sabía que no era así.

Aún despertando tras acostarme tarde por la réplica 7.6 grados, me entero que en Twitter y Facebook personas advertían que el suministro tendría un corte a las 16 horas y por al menos dos días. ¿La fuente de eso? Nadie sabía, simplemente todos lo difundían y redifundían.

Tomé contacto con personal de la empresa y me explicaron que la baja presión (y posterior corte) se debía a dos cosas: la rotura de matriz en algunas partes de Arica producto de las sacudidas, y la necesidad de dar el suministro a toda la población, lo que repercutía en que no llegara con la potencia normal -recordemos que se hacían labores de normalización a las cañerías.

En fin. No era cierto lo que se decía en redes sociales, pero aun con todos los desmentidos, el rumor fue más y horas después la compañía reconocía que se había quedado desabastecida. Sí. Tal cual. Una especie de profecía autocumplida. Ante la situación, Aguas del Altiplano debió programar una interrupción del suministro, que significó que más del 50% de los clientes ariqueños se quedaran sin agua desde la tarde del jueves hasta la madrugada del viernes.

La situación generó además el colapso y filas eternas en locales de venta de agua purificada (en el norte sólo tomamos esa agua por la contaminación y mala calidad de la llave, aunque reconozco cierto absurdo ya que las aguas purificadas se sacan de la misma cañería).

Pero lo anterior no sólo generó esta verdadera sicosis.

Un anónimo audio grabado por una joven (me imagino) llamaba a tener cuidado y evacuar la noche de este jueves ya que se venía el gran sismo porque el papá de una amiga que es militar fue -supuestamente- acuartelado y en una reunión con sismólogos se le adelantó que se venía el gran terremoto.

El audio se viralizó como cuál cadena de correos en el 2000 pero por WhatsApp. Sin ir más lejos, mi familia arrancó al Valle de Azapa (este de Arica) a pasar la noche y 300 familias acudieron a dormir a los cerros en el norte de la comuna, zona más propensa a inundaciones en caso de tsunami.

Relativa normalidad

En medio de todo ello, Arica funciona con relativa normalidad. La locomoción trabaja y cobra lo que debe cobrar ($500 colectivo, $450 micro), recibiendo a sus pasajeros, quienes no dejan de hablar sobre lo que fue y podría ocurrir con los temblores.

Las escuelas permanecen cerradas. No han tenido daños según la autoridad, pero al ser varias de ellas albergues se ha preferido mantenerlas así hasta el viernes.

El pasaje donde vivo es escenario de conversaciones triviales entre vecinos, quienes se apoyan y preguntan cada vez que un movimiento fuerte ocurre. A más de uno se le ha escapado un llanto de nerviosismo, sobre todo entre personas de mayor edad y mujeres, pero siempre hay quien le da el abrazo y la palabra de calma.

El comercio es la cara visible del impacto del terremoto, no sólo en la infraestructura -que vaya que tuvo daños- sino más bien por la cantidad de locales cerrados.

Sólo las grandes tiendas abren sus puertas, las que en esta ciudad son pocas (Paris, Johnson’s, ABC Din y Dijon). El resto, los negocios locales, en su mayoría se encuentran cerrados. Basta una caminata breve por el paseo peatonal 21 de Mayo para notarlo.

Incluso el famoso “cierra nunca”, un kiosko cerca del Morro de Arica que jamás deja de atender a público, bajó su ventanilla.

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Es evidente que el terremoto y la réplica-terremoto han interferido en la vida normal del ariqueño. Es el tema obligado. Nos tiene en los titulares de la prensa nacional, escapando a zonas altas por alertas de tsunami que afortunadamente, no han tenido efectos negativos importantes y, por otro lado, nos tiene reunidos en familia, cuidándonos unos de otros.

Ya siendo cerca de las 3 de la mañana de este viernes, me dispongo a dormir. Ha sido un día agitado en compañía con los colegas corresponsales, aunque menor a la jornada anterior. Con visita de la Presidenta y desmentidos por aquí y allá de las autoridades regionales.

No queda más que descansar y tener conciencia de dónde estamos y cuán preparado estamos… y por cierto, parafraseando a Gustavo Cerati, despiértenme cuando pase el “rumor”.

Eduardo Woo
Periodista de BioBioChile residente en Arica