El autor del tiroteo en la base de Fort Hood ubicada en Texas, al sur de Estados Unidos quien dejó cuatro fallecidos el miércoles, había pasado cuatro meses en Irak hasta fines de 2011, momento en que los militares estadounidenses no patrullaban en las calles de Bagdad sino que estaban acantonados en las bases, ocupándose de asuntos logísticos o del entrenamiento de las fuerzas iraquíes y donde él se desempeñaba como conductor de un camión.

El secretario del Ejército, John McHugh, durante una comparecencia ante senadores de la comisión de las Fuerzas Armadas, declaró con respecto al cabo, oriundo de Puerto Rico que “Su expediente no da cuenta de ninguna herida, de ninguna implicación directa en combate”.

Uno de los problemas recurrentes en las filas del ejército durante las guerras de Irak y Afganistán fue el de soldados que sufrían conmociones cerebrales, por encontrarse muy cerca del lugar donde ocurrían explosiones. Estas conmociones pueden generar estrés postraumático, pero no existen antecedentes que puedan hacer pensar que el autor del tiroteo de Fort Hood haya sido víctima de tal conmoción.

El hombre, cuya identidad no ha sido revelada aún por la Armada pero que se llama Iván López, tendría 34 años, según los medios estadounidenses, y según el comandante de la base de Fort Hood, el general Mark Milley, este sufría de “problemas psicológicos”, por lo que estaba siendo sometido a pruebas médicas para determinar si sufría estrés postraumático. Sin embargo, el diagnóstico aún no estaba acabado, según el general Milley.

El soldado estaba en tratamiento por diversos “problemas mentales, que iban de la depresión a la ansiedad pasando por problemas para dormir”, reconoció McHugh, quien señaló que López había estado asistiendo al psiquiatra hace un mes. “En este momento no tenemos ningún indicio en su expediente de que esta evaluación haya revelado signos de posible violencia contra sí mismo o contra otros”, explicó. El objetivo era “continuar haciéndole seguimiento y tratándolo de manera apropiada”.

El autor del tiroteo mató a tres personas y dejó heridas a otras 16, de las que tres se encuentran en estado crítico, antes de suicidarse con su arma. Según el jefe del Estado Mayor, el general Ray Odierno, el hombre había pasado nueve años en la Guardia Nacional de Puerto Rico y se había ido en el 2008 en el servicio activo del Ejército estadounidense.

Durante su servicio en la Guardia Nacional, estuvo un año en el Sinaí, en Egipto.