Una serie de intentos de linchamiento sucedidos en pocos días en Argentina puso en alarma a la población y abrió un debate entre quienes justifican las hordas de vecinos por la supuesta “ausencia” del Estado y quienes advierten del peligro de agitar “deseos de venganza”.

El propósito de tomar “justicia por mano propia” -ocho casos en nueve días-, por grupos de vecinos enardecidos, tanto de barrios acomodados como marginales, en ciudades provinciales e incluso en plena Buenos Aires, se registra cuando la inseguridad está en el tapete de la puja política y es la mayor preocupación de los argentinos, según encuestas.

El fenómeno quedó reflejado en campañas, a favor o en contra, en las redes sociales

La presidenta Cristina Fernández advirtió el lunes que Argentina necesita “miradas y voces que traigan tranquilidad, no voces que traigan deseos de venganza, de enfrentamientos, de odio” e instó a evitar la estigmatización de las personas.

El diputado opositor Sergio Massa que hizo de la lucha contra la criminalidad su caballo de batalla, condenó el intento de hacer justicia por mano propia pero lo justificó en el “Estado ausente”.

Massa, uno de los presidenciables para 2015, aseguró que el mensaje debe ser “quien las hace, las paga”.

“Estamos ante un Estado ausente y la sociedad no quiere convivir con la impunidad. La gente está pidiendo que haya un gobierno que reprima aquellas conductas que estén al margen de la ley”, afirmó.

Alevosía y ensañamiento

Estos episodios “no son ajusticiamientos, estos son homicidios doblemente calificados por alevosía y ensañamiento”, dijo a radio Nacional el juez de la Corte Suprema Eugenio Zaffaroni, quien atribuyó estos episodios a la “estigmatización” y a la creación de “chivos expiatorios” por parte de los medios.

La serie de ataques de vecinos “tiene un efecto contagioso”, muchas veces incentivado por los medios de comunicación, señaló a la AFP la abogada Claudia Cesaroni, del Centro de Estudios en Política Criminal y Derechos Humanos (CEPOC).

“No hay justificación ninguna para esos actos. Esto sucede cuando se le quita los rasgos de humanidad al otro, se construye un otro al que estaría bien exterminar, sea por religión, nacionalidad, o edad”, advirtió.

Frente al “latiguillo del Estado ausente” contra el delito, Cesaroni reclamó “un Estado presente que no deje impune el delito gravísimo de individuos que patean en grupo en la cabeza a una persona tirada en el suelo”.

“Parecían animales”

La ciudad de Rosario, escenario de una serie de crímenes relacionados con el narcotráfico, fue blanco de una seguidilla de cuatro casos.

El más grave, la semana pasada, terminó con la muerte tras cuatro días de agonía del joven David Moreira, de 18 años, por la feroz golpiza que recibió de parte de medio centenar de vecinos luego de ser atrapado supuestamente al arrebatarle el bolso a una joven madre.

“Más que personas parecían animales, nadie tiene derecho a quitarle la vida a nadie”, dijo la madre de Moreira, clamando por justicia.

También en Rosario, dos jóvenes que iban a su trabajo en una moto fueron atacados porque fueron confundidos con dos delincuentes por un grupo de choferes de autos de alquiler que acababan de ser asaltados. Lo llamativo fue que los motociclistas creyeron que eran víctimas de un asalto.

“Vecinos Organizados: si te agarramos no vas a ir a la comisaría, te vamos a linchar”, amenaza un cartel escrito a mano en un barrio de Rosario.

Otro episodio resonante ocurrió el fin de semana en Palermo, un coqueto barrio de clase media acomodada de Buenos Aires, cuando un portero atrapó a un presunto ladrón pero luego debió protegerlo de enardecidos vecinos que lo golpeaban al grito de “mátenlo”.

“Me quedé cubriéndolo, ni a un perro se lo mata así”, contó el encargado de edificios, de nombre Alfredo.