Desde1999 un filme italiano no ganaba el Óscar, y ayer lo hizo con una cinta que, en un principio dividió a la crítica de su país al abordar dos temas sensibles: Roma y, en particular, al gran director Federico Fellini.

“La gran belleza” del italiano Paolo Sorrentino, Óscar al mejor filme extranjero (AFP)

El filme “La grande bellezza” (La gran belleza) del italiano Paolo Sorrentino, un viaje mágico y a la vez cínico por una Roma de ensueño, obtuvo este domingo en Hollywood el Óscar al mejor filme extranjero.

La película, galardonada con numerosos premios internacionales, entre ellos un Globo de Oro, resulta un homenaje al gran maestro Federico Fellini, a sus personajes memorables y sobre todo a su musa Roma, la Ciudad Eterna.

“‘Roma’ y ‘La dolce vita’ son películas que uno no puede ignorar cuando hace un filme como el mío. Son dos obras maestras y la regla de oro es verlas, pero no imitarlas”, confesó Sorrentino a finales del año pasado.

El filme, presentado en mayo en el festival de Cannes en Francia, donde obtuvo el premio del jurado, dividió inicialmente a la crítica italiana, escéptica frente al recorrido grandilocuente que propone a través de una ciudad monumental como Roma y de una burguesía tan similar a la retratada en los años 1960 por Fellini.

Sorrentino, autor del guión junto a Umberto Contarello, describe un verano romano en todo su esplendor y arranca con un emblemático turista japonés que cae fulminado tras descubrir la belleza de la ciudad desde la colina del Janículo.

Como Marcello Mastroianni en la “La dolce vita”, el magistral actor Toni Servillo, en el papel del frustrado escritor y periodista de “gossip” Jep Gambardella, es un seductor irresistible, adorado por su ingenio y don de gentes, que soporta tanta frivolidad gracias a su amarga lucidez.

Sus apoteósicas fiestas en su magnífica terraza con vista al Coliseo sirven de pretexto para describir un mundo banal, plagado de intelectuales sarcásticos, nobles decadentes, mujeres deformadas por el botox, políticos corruptos, cardenales obsesionados por la gastronomía, artistas deprimidos y hasta una monja centenaria que se siente santa.

“La gran belleza”, pese a sus 142 minutos, sedujo a espectadores de todo el mundo por la apabullante hermosura de sus imágenes de Roma, con sus jardines, fuentes y monumentos, así como por la música y por la soberbia actuación de Servillo, protagonista por cuarta vez de un filme de Sorrentino.

Para muchos críticos, el cineasta napolitano, de 43 años, “actualizó” el mensaje y el lenguaje de Fellini, al saber combinar lo artificial con lo barroco, lo sacro con lo profano, inclusive en la banda sonora, con su pegajoso ritmo popular y sus cantatas refinadas.

“Me siento en deuda con el gran cine italiano, el de (Ettore) Scola, (Marco) Ferreri, (Mario) Monicelli…”, admitió el director.

La vida de ese maduro dandy, con su terror a la vejez, con sus miserias y grandezas, su talento e inteligencia, le valieron nuevamente a Italia un Óscar después de los tres obtenidos en 1999 por Roberto Benigni con “La vida es bella”.