En un informe publicado el pasado jueves, Amnistía Internacional (AI) acusó a Israel de tener “el gatillo fácil” en Cisjordania y de mantener acciones “en desprecio de la vida humana”.

Como ejemplo, la organización afirmó que 45 palestinos fueron muertos y miles resultaron heridos desde enero de 2011, cuando “no parecían representar una amenaza inmediata y directa para los soldados istraelíes”.

Ante ello, exhorta a Israel a “abrir investigaciones independientes, imparciales, transparentes e inmediatas sobre todos los casos de civiles palestinos muertos o seriamente heridos como consecuencia de acciones de las fuerzas israelíes”.

Tras las declaraciones de AI, Israel comunicó mediante su Ministerio de Relaciones Exteriores una respuesta escrita que refuta lo planteado por el organismo, asegurando que “Amnistía está necesitado, urgente, de un baldazo de realidad”.

“El obsesivo foco de Amnistía sobre Israel más allá de cualquier relación con las atrocidades a gran escala que están teniendo lugar en la región, sugiere una alarmante motivación política”, esboza la réplica.

Revisa a continuación la nota del gobierno israelí.

El reporte de Amnistía Internacional se interpreta más como un recurso de relaciones públicas que un informe serio por parte de una organización de derechos humanos. El reporte reúne datos seleccionados con cuidados, no comprobables y con frecuencia contradictorios, de individuos motivados políticamente, que se informan de este modo, como hechos indiscutidos.

De acuerdo a la sesgada lógica del reporte, el lanzamiento de piedras, utilizando con frecuencia hondas, así como el uso de bombas molotov e, incluso, abrir fuego contra soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel por parte de los palestinos, “supone poca o ninguna amenaza” a sus vidas. Por tanto, cualquier uso de fuerzas -por parte de las FDI- contra estas acciones es considerado como “asesinato doloso/negligente” e, incluso, un crimen de guerra. Aun cuando la evidencia, con claridad, apunta a que los soldados son heridos en enfrentamientos que involucran armas de fuego, su uso de la fuerza es terriblemente criticado por Amnistía, calificándolo de excesivo.

Amnistía está necesitado, urgente, de un baldazo de realidad: en 2013, hubo alrededor de 5 mil eventos de lanzamiento de piedras – de los cuales, casi, la mitad fueron contra civiles. En el 2011, 44 personas fueron heridas por lanzamiento de piedras; en el 2012, este número ascendió a 71, y en el 2013, se incrementó, de nuevo, a 132 víctimas, mostrando un drástico aumento en esta preocupante actividad. En el mismo período, montones de israelíes se convirtieron en víctimas de disparos, apuñalamientos, y otras formas de terror, ninguno de los cuales es considerado por Amnistía como digno de ser mencionado en su informe.

A pesar de la práctica de ciertos grupos palestinos, bien documentados por otras organizaciones monitores, de provocar violentos enfrentamientos de modo deliberado, Amnistía insiste que todos los palestinos involucrados son “manifestantes pacíficos” o “defensores de los derechos humanos”. El reporte de Amnistía menciona, con amplitud, la aldea de Nabi Saleh, sin embargo no cumple en mencionar a los terroristas de esa aldea, como Ahlam Tamimi, quien condujo a un terrorista suicida a un restaurante donde asesinó a 16 personas. Cuando fue liberada, como parte del acuerdo de Gilad Shalit, hubo grandes celebraciones en Nabi Saleh.

El obsesivo foco de Amnistía sobre Israel más allá de cualquier relación con las atrocidades a gran escala que están teniendo lugar en la región, sugiere una alarmante motivación política. Esto es respaldado por las indignantes recomendaciones del informe, que incluyen un embargo de armas contra Israel, pero no hay sugerencia (por supuesto) de que las autoridades palestinas deberían actuar contra la violencia ilegal, o contra la glorificación diaria del terrorismo y el asesinato en escuelas y mezquitas, que continúa envenenando las mentes de una nueva generación.

Este reporte, obsesivo e indignante, no tiene nada que ofrecer en el debate genuino e importante, acerca de cómo las autoridades del orden público deberían ocuparse de los complejos desafíos de las manifestaciones que contienen elementos violentos y potencialmente letales. El único gatillo fácil, y parte insensata en conexión a este reporte, es la misma Amnistía Internacional.