El diario de izquierdas francés Libération, caracterizado por un periodismo combativo, afronta una grave crisis financiera que sus accionistas quieren frenar, transformándolo en una “red social”, una conversión rechazada en bloque por la redacción.

“SOMOS UN DIARIO, no un restaurante, ni una red social, ni un espacio cultural, ni un plató de televisión, ni un bar, ni una incubadora de startups”, titulaba “Libé” este sábado a manera de manifiesto, en su portada.

Este grito de cólera de la redacción se producía el día siguiente del anuncio por los accionistas de un proyecto, que busca convertir el diario “no sólo en un editor de prensa en papel”, sino en “una red social, creadora de contenidos rentables” en soporte vídeo, televisión o en foros, entre otros.

El filósofo Jean-Paul Sartre fundó en 1973 Libération, diario que en sus orígenes intentaba funcionar sin publicidad ni accionistas financieros, comprometido en el combate de todos los oprimidos de Francia y del mundo.

Libération marcó a la prensa francesa, reivindicando un tono irreverente ante el poder, con dibujos de caricaturistas en algunos casos provocadores y fotos originales.

Varios cambios de fórmula y varias tentativas de reflote financiero intentaron frenar la caída libre de las ventas en los últimos años.

En los primeros 11 meses de 2013, el rotativo perdió más del 15 por ciento de ventas, que se situaron en los 97.299 ejemplares el pasado noviembre, el peor resultado desde hace al menos quince años.

El nuevo proyecto, desvelado el viernes, se convierte en otro intento de mantener vivo este diario que emplea actualmente a 290 trabajadores, en un contexto de crisis de la prensa escrita en Francia.

En el centro del proyecto, presentado por los hombres de negocios Bruno Ledoux, Édouard Rothschild y el grupo italiano Ersel, está la transformación de los locales del diario situados en el centro de París en un espacio de intercambio “dedicado por completo a Libération y a su universo” y abierto a periodistas, artistas, escritores, filósofos, políticos o diseñadores.

La transformación de los locales correría a cargo del conocido diseñador Philippe Starck, pero el proyecto no menciona lo que ocurrirá con la redacción que trabaja allí actualmente ni qué inversiones son necesarias para concretarlo.

Para los asalariados de Libération, que hicieron huelga el jueves y podrían volver a hacer huelga el lunes, se trata de “un verdadero golpe de Estado de los accionistas contra Libération, su historia, su equipo, sus valores”.

En un artículo colectivo titulado “Los días negros de un diario”, publicado el sábado, estiman que este proyecto “es Libération sin Libération. Hay que mudar el diario, pero conservar su bonito logo. Echar a los periodistas, pero ‘rentabilizar’ la ‘marca’”.

Los asalariados denuncian la voluntad “de construir un Libelandia, un Libemarket, un Libeworld. Un rombo rojo con nada detrás, (sólo) 10 letras que querrán decir poca cosa”, agregan, aludiendo al logo del diario.

Libération

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