Los artistas dadaístas del siglo pasado estaban en constante deconstrucción del imaginario que les rodeaba. Utilizaban tijeras y pegamento para crear nuevos objetos a partir de otros de uso cotidiano. El fotomontaje, collage y el ensamblaje reinaban. Aristas como Marcel Duchamp, Kurt Schwitters y Jean Arp fueron capaces de generar su propia marca en la creación de un arte en contra de lo establecido, cuyo énfasis estuvo siempre en la lucha, ya sea contra la guerra, la burguesía e incluso en contra del mismo arte.

Cuando la Primera Guerra Mundial llegó a su fin (1918), el poeta francés Tristan Tzara, escribió “Dada es un estado de ánimo. Es por eso que se transforma de acuerdo a carreras y eventos. Dada se aplica a todo y a la vez es nada… Como todo en la vida lo Dada es inútil”, como consignó el Huffington Post.

Este movimiento logró gran protagonismo debido a las reuniones públicas, manifestaciones, creaciones y publicaciones de revistas literarias apasionadas para difundir su mensaje y manifiesto. La poesía y el arte abstracto se aglomeraron de artistas preparados para debatir. Y fue así que abrazaron lo ilógico y caótico en contra de las razones que apoyaron el estallido de la guerra en Europa.

Como es común, estos artistas fueron víctimas una demonización por parte del Estado. Los hombres blancos tendían a dominar todas los aspectos artísticos, incluyendo el Dada, y como resultado artistas como Hannah Höch cayeron a las sombras. Se le etiquetó como una artista “degenerada” por el régimen de Wimar.

Höch es la madre del fotomontaje. Creó una estética basada en el empalme y de volver a unir las fotografías para crear surrealismo. Los nombres de sus obras, como “Cortar con el cuchillo de cocina a través de la barriga cervecera de la República de Weimar”, empujó los límites del collage, que rasgó completamente las cuestiones relativas a la industria de belleza, relaciones gays y lesbianas y la discriminación racial.

Marginada por su bisexualidad en Alemania, ella fue capaz de defender el feminismo interseccional desde hace casi un siglo.

El más reciente homenaje que se rindió para Höch fue en Londres, con una exposición en la Whitechapel Gallery. El instituto reunió más de 100 obras de la artista que abarca desde 1919 hasta la década del ’70. Uno de los puntos que más se recalcan en sus obras son la variedad de anatomías femeninas que unió con mascaras tradicionales, cuestionando el sexo, la raza y el género.

Höch fue una mujer moderna no-occidental que logró su emancipación sexual y se estrelló a través de las expectativas de la feminidad, algo que es reconocido por los historiadores y críticos de arte de principios del siglo 20.