60 años sentada en las puertas de la iglesia de Yumbel hacen de Julia una de las vendedoras más antiguas del pueblo. Por su lado han pasado generaciones que pagan mandas o agradecen al santo por favores o buenas cosechas y ella también da las gracias porque ha logrado criar a su familia con el fruto de su trabajo: las velas.

Tiene el pelo cano, y una silla no muy cómoda, pero que sirve para descansar sus años que han dejado la huella en el rostro. En tiempos de globalización y competencias cibernéticas, bien vale la pena conocer su historia; esa que habla de la fe y de la devoción de los peregrinos por el santo que cada 20 de enero convoca a miles de visitantes.

Julia vende velas, las que se consumen con los ruegos y los agradecimientos de las personas que por 60 años la ven, le sonríen, la saludan. Velas que han hecho que su familia salga adelante e incluso siga el mismo oficio. Velas que desde los 8 años ha vendido y que le han hecho ver cómo generaciones han pasado por la puerta del tempo, ese mismo que la cobija en la entrada.

Julia Quilodrán se emociona, dice que cada día la gente pasa, entra muchas veces con angustia y salen reconfortados, entran hijos y sus padres, abuelos, nietos, discapacitados, todos buscando respuesta, agradeciendo, rogando, plasmando la fe.

Julia dice que estará siempre en su pequeña silla, con sus llaveros y sus velas y una sonrisa, esa que reconforta y que nos hace pensar en cómo pasa la vida muchas veces sin que nos detengamos a mirar a quienes nos rodean.