Dos activistas de Greenpeace argentinos y otra brasileña llegaron este sábado a sus respectivos países desde donde exigieron disculpas de Rusia, que los retuvo por 100 días junto a otras 27 personas antes de amnistiarlos, y prometieron que seguirán militando.

“Rusia nos debe una disculpa a todos pero no estoy aquí para hacer política, soy una activista que quiere defender el planeta”, dijo la argentina Camila Speziale, de 21 años, en declaraciones a la prensa en el aeropuerto internacional de Ezeiza, 30 km al sur de Buenos Aires, donde fue recibida por familiares y amigos.

La joven militante ecologista llegó a Argentina junto a otro activista, su compatriota Hernán Pérez Orsi, de 40, quien seguía viaje hacia la ciudad balnearia de Mar del Plata (400 km al sur de la capital) donde reside con su familia.

Pérez Orsi afirmó a la prensa que la experiencia que vivió “es algo para lo que uno no está preparado”.

“Uno va a hacer una protesta pacífica y recibe una agresión desmedida y violenta. No tiene ningún sentido. Nos quisieron usar de ejemplo, de chivo expiatorio”, estimó.

El hombre se manifestó orgulloso de haber sido contratado como tripulante del barco de Greenpeace: “Es como si a un futbolista lo llaman a la selección nacional”, comparó.

Ambos activistas, que dijeron no estar arrepentidos de lo hecho, coincidieron en que lo que pasaron en Rusia fueron “tres meses muy difíciles”.

“Pasa de todo por tu cabeza, estás con miedo, con angustia”, contó Pérez Orsi.

De su lado, Speziale dijo haber sido tratada bien en cuanto a las condiciones físicas, pero denunció “el daño sicológico por el aislamiento, sumado a un fuerte sentimiento de injusticia”.

“Todos sabían que éramos completamente inocentes. A mí me secuestran en forma ilegal en aguas internacionales, no en Rusia. Aceptamos la amnistía porque era el único camino que teníamos para volver”, se defendió Speziale.

Además este sábado regresó a Porto Alegre (sur de Brasil) la brasileña que también fue liberada, Ana Paula Maciel, bióloga de 31 años, quien desde el aeropuerto de la ciudad anunció que seguirá luchando.

“Voy a seguir trabajando y navegando. Si acepté los riesgos es también porque valía la pena. Rusia tuvo que admitir que no éramos piratas”, declaró a la prensa Maciel.

Entre sus manos llevaba un gran afiche sobre el cual se leía “Salven el Ártico; Greenpeace”.

La militante fue recibida por su familia y periodistas a los que agradeció por su apoyo. “Jamás habíamos tenido tanta atención por parte de los medios”, aseguró.

Reacción “exagerada”

“No sabemos cuál fue el objetivo de Rusia con esta reacción exagerada. Nuestra acción no estaba dirigida contra Rusia sino contra la industria petrolera (…) La única manera de sacarnos de esto era amnistiándonos”, añadió la brasileña, quien considera que ni ella ni sus colegas habían cometido un delito.

Maciel era la única brasileña entre las 30 personas, de las cuales 26 no eran rusas, detenidas a fines de septiembre después de una intervención contra una plataforma petrolera de la empresa Gazprom en el Ártico que apuntaba a denunciar los riesgos de la explotación de hidrocarburos en esta zona con ecosistemas particularmente frágiles.

Los activistas argentinos reclamaron además la devolución a la ONG ecologista del barco detenido el 19 de septiembre por un comando ruso en helicóptero “Arctic Sunrise”, de bandera holandesa, de cuya tripulación formaban parte.

Por ello los militantes fueron primero inculpados por piratería, un crimen pasible de una condena a hasta 15 años de cárcel, y luego por vandalismo, que podría haberles costado hasta siete años de detención.

Tras un período de detención en Murmansk, los miembros de la tripulación fueron trasladados a San Petersburgo antes de ser amnistiados la semana pasada por una nueva ley del parlamento ruso con motivo del 20 aniversario de la Constitución.

En los últimos días, los demás activistas que habían sido detenidos también fueron liberados y Rusia otorgó visados a los 26 extranjeros del grupo para que pudieran abandonar el país.