Son muchos los factores que se conjugaron a lo largo del semestre para que O’Higgins se quedará con el primer título de Primera División de su historia, pero hubo algunos aspectos que fueron determinantes para el resultado final.

El conjunto por sobre las individualidades

Fue un objetivo de Eduardo Berizzo y su cuerpo técnico desde que asumieron la conducción del equipo, en diciembre de 2011: el equipo debe construir su estilo desde el trabajo en grupo y no dependiendo de los posibles esfuerzos personales. Así se fue internalizando la obligación de transformar la defensa y el ataque en tarea de todos los jugadores.

Los celestes fueron capaces de construir una estructura pareja, basado en sociedades en diversas zonas del campo. Fue así como la aceitada dupla de Yerson Opazo con Luis Pedro Figueroa logró un complemento perfecto en ataque como en defensa por la banda derecha; César Fuentes y Braulio Leal alcanzaron precisión en el reconocimiento de los tiempos para arriesgar en la presión o mantener el orden en la zona; y Calandria con Hernández tuvieron un entendimiento total al momento de pivotear y marcar el espacio.

La defensa gana campeonatos

Pese a ser un elenco que buscó forzar el trámite a su favor y proponer el juego más cerca del arco rival que el propio, los rancagüinos conformaron una zaga difícil de superar, tanto que finalizó como una de las vallas menos batidas junto a Universidad Católica, con 13 goles en contra.

La capacidad para mantener el cero en su propia puerta cobra mayor mérito al ver que varios de sus triunfos fueron por la mínima diferencia, a lo que se agrega que hubo alta rotación en los puestos de compañero de Julio Barroso en la zona central y el lateral izquierdo, puestos donde alternaron Mariano Uglessich, Benjamín Vidal, Nicolás Vargas y Alejandro López, sin resentir mayormente la estructura.

La columna que sostuvo todo

El ya destacado trabajo grupal permitió que aparecieran actuaciones individuales que destacaron a lo largo del campeonato.

El arco tuvo a un Paulo Garcés que dejó atrás un inicio con dudas y terminó redondeando un torneo con un sólido nivel, con partidos para el recuerdo como el triunfo ante Universidad Católica en San Carlos de Apoquindo. A su vez, la defensa contó con un Julio Barroso brillante, confirmando el rendimiento mostrado desde que se sumó a la institución rancagüina y que ha llamado la atención en equipos importantes del país.

Ya en el mediocampo, destacaron la regularidad del joven César Fuentes en la recuperación y el talento del argentino Pablo Hernández, quien sumó también la capacidad de anotar goles importantes.

Por último, en delantera Figueroa aportó su experiencia por la orilla para servir a Pablo Calandria, quien cambió la desconfianza inicial de una parte de la hinchada por aplausos, gracias una capacidad anotadora que fue trascendental para conseguir el título.