Una sociedad democrática y abierta no puede prescindir ni del pluralismo político y partidario, ni tampoco de la secularización y la laicidad.

La democracia, en su largo proceso de evolución se ha construido en base a dos elementos esenciales, el pluralismo político y la secularización (separación entre religión y Estado). En ese sentido, un sistema de partido único que monopoliza el espacio político y que no permite la existencia de otros partidos; y un Estado donde no hay secularización y laicidad, son dos formas antidemocráticas y son un claro atentado a la libertad de conciencia y pensamiento de las personas.

En ese sentido, la democracia representativa implica y requiere no sólo un Estado secular sino que necesariamente un espacio social y político pluralista y abierto, donde diversos partidos, grupos políticos y organizaciones –de creyentes y no creyentes- interactúan en tal espacio, sin capturarlo de manera total.

La captura total y permanente a manos de un solo partido o grupo –religioso o no religioso- que no permite la existencia de otros grupos y diversidades, tiene un solo nombre, dictadura.

En un orden no pluralista o uno no secularizado, no hay diversidad sino monopolio, homogeneidad. No hay democracia, sino que una casta cuya ideología o credo es la religión oficial del Estado y la sociedad. Y sabemos que en esa situación, todo aquel que se oponga a ese orden no plural y no secular, o es un hereje, o un revisionista, que debe ser enviado a campos de reeducación (o reevangelización). Ni hablar de libertad de conciencia y pensamiento. Menos de sociedad abierta y libre.

En Chile, debemos seguir avanzando hacia una sociedad más abierta, plural, diversa, tolerante e inclusiva, basada en el respeto y apoyo mutuo, donde conviven y se respetan una diversidad de ideas, credos y culturas. Es importante en ese sentido, no confundir laicidad y secularización con anticlericalismo, pues éste último es otra forma de dogma intolerante, en el cual se basan muchos unipartidismos contrarios al pluralismo y la democracia.

Por Jorge Gómez Arismendi, Director de Contenidos de la Fundación Cientochenta.

Jorge Gomez Arismendi

Jorge Gomez Arismendi