La trama oculta y los fallos de seguridad que rodearon el asesinato en 2007 de la ex primera ministra de Pakistán, Benazir Bhutto, son revelados en un libro escrito por el chileno Heraldo Muñoz, el diplomático que encabezó la investigación de la ONU sobre el caso.

Muñoz lideró un informe condenatorio de las Naciones Unidas en 2010, que determinó que la muerte de Bhutto podría haberse evitado y que Pakistán se negó deliberadamente a investigarla de manera adecuada.

El diplomático lanzará en Estados Unidos la semana próxima su libro “Getting Away with Murder: Benazir Bhutto’s Assassination and the Politics of Pakistan”.

Bhutto, primera mujer en ocupar el cargo de primer ministro en un estado musulmán (algo que hizo dos veces en los años 1990), acababa de regresar del exilio para participar en elecciones legislativas como líder de la oposición cuando fue asesinada el 27 de diciembre de 2007 en Rawalpindi, en un atentado suicida. Seis años después, nadie ha sido condenado por la muerte.

El gobierno de entonces culpó a los talibanes paquistaníes. A pesar de la escasa evidencia, en agosto pasado un tribunal paquistaní acusó de asesinato a Pervez Musharraf, gobernante de Pakistán entre 1999 y 2008.

Muñoz, actual asistente del secretario general de la ONU, apuntó en particular al exministro del Interior de Pakistán por negarse a dar respuestas claras.

Consultado en Nueva York si temió por su vida durante su investigación, Muñoz dijo que “no, realmente”, pero contó que en enero de 2010 fue obligado a reforzar su seguridad.

“Recibí un aviso de una fuente muy confiable de que ‘estas personas’ son capaces de cualquier cosa y ‘esta gente’ no conoce el mundo”, dijo, aunque nunca supo quiénes eran “estas personas”.

Como en “Fuenteovejuna”

El diplomático chileno comparó la muerte de Bhutto con la obra de teatro español del siglo XVII “Fuenteovejuna”, de Lope de Vega, en la que un pueblo unido se junta para matar a un odiado comendador.

Al Qaeda la quería muerta, los talibanes paquistaníes ejecutaron el ataque -posiblemente con el apoyo de agentes de inteligencia corruptos- y la policía local lo encubrió, dijo Muñoz. La propia seguridad de Bhutto le falló y los que la animaron a regresar a Pakistán no la protegieron, agregó.

“Los actores políticos, incluso las personas cercanas a ella, prefieren pasar la página en lugar de averiguar quién lo hizo”, dijo. “Ella era con seguridad un objetivo de los talibanes paquistaníes y de Al Qaeda”, dijo Muñoz. “Los sectores del ‘establishment’ paquistaní también la querían ver desaparecida o muerta”.

Para el diplomático, la policía fue “claramente responsable de encubrimiento”. Y agregó: “Estoy convencido de que vino de más arriba”.

Los investigadores federales llegaron tarde a la escena del crimen. Al final se recogieron sólo 23 piezas de evidencia, en un lugar que según la institución británica Scotland Yard se podrían haber recogido miles.

Muñoz dijo que era ridículo imaginar que el viudo de Bhutto, el muy impopular expresidente de Pakistán Asif Ali Zardari, haya estado implicado en el asesinato.

“Fue muy servicial pero no puedo decir que todo su gobierno fuera útil porque nos encontramos con todo tipo de obstáculos”, dijo.

El ex ministro del Interior, Rehman Malik, jefe de seguridad de Bhutto, estaba en un Mercedes a prueba de balas después del ataque, pero inmediatamente después del atentado nadie pudo hallarlo. “Probablemente todos querían salvar su pellejo, para decirlo sin rodeos”, dijo Muñoz. “Nunca pudimos conseguir respuestas directas de él”.

Según Muñoz, Musharraf tuvo “responsabilidad política” al no proporcionar la seguridad adecuada a una exprimer ministro que vivía amenazada.