Aunque quedaban algunas esperanzas de que el brillante cometa ISON hubiera sobrevivido a su cercano encuentro con el Sol la semana pasada, astrónomos de la NASA confirmaron el martes que este visitante celeste, objeto de inmensa curiosidad científica, finalmente se extinguió.

“Aunque la hora exacta de la muerte de ISON es incierta parece ser que ya no existe más”, dijo el martes Alex Young, del Centro Goddard de la NASA, en un correo electrónico a la AFP.

Apodado “Cometa de Navidad”, este gigante de hielo y roca similar a una inmensa bola de nieve, pasó a una distancia de apenas 1,17 millones de kilómetros del Sol en torno a las 18:30 horas GMT (15:30 horas en Chile) del pasado jueves. En su trayectoria, soportó temperaturas de 2.700 grados Celsius y sufrió la pérdida de tres millones de toneladas por segundo.

Si ISON hubiera sobrevivido, se podría haber observado a simple vista en Navidad, cuando habría pasado más cerca de la Tierra. Pero “Todo lo que queda del cometa es una nube de restos sin núcleo”, dijo Young.

Según las imágenes de los satélites de observación solar de Estados Unidos y Europa, el brillo del cometa aumentó a medida en que se acercaba al Sol, alcanzando una intensidad luminosa máxima alrededor de 12 horas antes de pasar por el punto más cercano de la superficie solar, el perihelio.

Luego, el brillo de ISON disminuyó rápidamente en las dos horas siguientes, explicó el astrónomo.

“Los científicos creen que el cometa dejó de producir polvo alrededor de tres horas antes del perihelio, lo que correspondió a la fragmentación de su núcleo” y al final de ISON, dijo Young.

“Ese parece haber sido el momento en que el cometa fue destruido por la intensidad de la radiación y la gravedad del Sol. La parte más grande del hielo, que mantenía unidos los elementos de su núcleo, se derritió”, prosiguió.

“La fragmentación probablemente comenzó cuando el brillo de ISON estaba en su apogeo”, agregó.

Ningún signo visible de núcleo

Los astrónomos estimaron que una “parte muy pequeña del núcleo y los restos del cometa puede haber sobrevivido al perihelio”, como indicaban el jueves las observaciones.

Pero a partir del sábado, “ya no había ningún signo visible del núcleo, sólo una nube difusa de polvo a través de la cual se podían ver las estrellas”, dijo Young.

La mayoría de los astrónomos habían pronosticado que ISON no sobreviviría a este encuentro cercano con el Sol.

“Este cometa no es muy sólido, está formado en un 50% o tal vez 30% de hielo de agua”, y el tamaño de su núcleo, de 1,2 km de longitud, era bastante pequeño en comparación con la media de cometas observados hasta el momento, explicó Carey Lisse, experta en cometas del Laboratorio de Física Aplicada de la Universidad Johns Hopkins.

ISON captó el interés de la comunidad astronómica desde su descubrimiento el 21 de septiembre de 2012 por astrónomos rusos, ya que se remonta a los orígenes del sistema solar hace 4,5 millones de años.

Este cuerpo celeste se separó de hecho hace unos tres millones de años de la nube de Oort, una especie de “parking” de cometas en los confines del sistema solar, situado a medio camino entre el Sol y la siguiente estrella.

El cometa era “una reliquia de la formación del sistema solar”, dijo Lisse, subrayando que los planetas se formaron con cometas que aportaron agua, entre otros elementos, de ahí la importancia de estos cuerpos celestes.

El hecho de que ISON haya sido detectado muy lejos en el sistema solar hizo que los astrónomos tuvieran mucho tiempo para observarlo.

“La observación de ISON con instrumentos desde el Sol y el Espacio no tenía precedentes, lo cual confiamos en que nos dé una mejor idea de la estructura y composición de los cometas”, precisó Young.