Una batalla contra los médicos, una isapre y la institucionalidad es la que lleva adelante el penquista Cristian Cornejo, de 43 años. Desde los 39 años ha sido visto por 22 profesionales de la salud, su caso se ha analizado en tres juntas de especialistas e incluso en el extranjero, y después de recibir una veintena de diagnósticos distintos aún no tiene la certeza de cuál es la enfermedad que le ha arrebatado el derecho de llevar una vida normal.

Los certificados médicos, exámenes y las distintas apelaciones que ha presentado para recibir el pago de licencias se acumulan en su hogar de Concepción desde febrero de 2009. Ese mes lo afectó un atípico cuadro de varicela que ya había sufrido en su niñez. Debido a lo poco regular de esta condición, los médicos en una primera instancia cuestionaron el cuadro, para más tarde reconocer que sí se trataba del virus y asignarle un tratamiento afín.

Ese sería el inicio de un largo peregrinar a los despachos de los profesionales de la salud en Concepción y en Santiago. El 27 de marzo de ese año, Cristian advirtió de dolorosas inflamaciones en sus articulaciones superiores e inferiores, problemas en la visión, mucosa y sangrado bucal. Dos médicos se declararon incompetentes tras la nula respuesta al caso y ante la serie de licencias que entregó, su isapre, Cruz Blanca, lo emplazó a visitar, entre otros, a un reumatólogo de la Red de Salud UC que se convirtió entre octubre de 2009 y septiembre de 2011.

El facultativo le indicó que su caso correspondería a una espondiloartropatía. El tratamiento que se le indicó no entregó resultados favorables, y el reumatólogo solicitó la primera de las tres juntas médicas que analizaron el caso, concluyendo que su afección se trataba de una espondiloartropatía indiferenciada, que gatilló el inicio de una nueva terapia con fármacos tradicionales y en fuertes dosis.

El nuevo fracaso del tratamiento motivó a comenzar una terapia con el fármaco biológico Remicade (utilizado contra enfermedades autoinmunes como la artritis reumatoide, mal de Crohn y otras), que tampoco rindió frutos pese a las siete hospitalizaciones que ello implicó en un recinto de salud de la Región Metropolitana.

Estando facultada por la ley, Cruz Blanca requirió el trámite para la calificación de invalidez no conducente a pensión que, de haberse ratificado, habría significado el término de pagos de licencias para Cristian. “Ellos solo buscan que el diagnóstico quede como ‘patología irrecuperable’. Así es cómo las isapres obligan a echar a los pacientes. Si se hubiera calificado mi invalidez total me habría quedado sin recursos y no habría podido seguir pagando el plan de salud”, sostiene. Aclaró que si una persona pretende optar al pago de su pensión de invalidez, el trámite se debe hacer en la AFP.

La solicitud de la isapre derivó en la realización de un peritaje en mayo de 2010 a cargo de una interconsultora reumatóloga designada por la Comisión Médica de Concepción, y la profesional determinó que la enfermedad que lo aquejaba era una artritis seronegativa, con grado IV de invalidez (total y definitiva). En este informe, la médico destacó que Cristian no respondía a los tratamientos habituales, aunque se requería tiempo adicional para evaluar si el fármaco Remicade surtía efecto.

Para su fortuna, el envío del informe seis días después del plazo establecido impidió que se pudiera acreditar su invalidez y, por ende, que se terminara el pago de licencias. En tanto, la terapia biológica continuó por seis hospitalizaciones más, la que terminó en agosto tras la decisión del reumatólogo tratante.

Sin presentar mejorías, y luego que Cruz Blanca hiciera un nuevo requerimiento, Cristian Cornejo presentó a la AFP una solicitud para pensión de invalidez. A diferencia de lo que ocurre cuando la isapre efectuó la solicitud, la que realizó el afectado le permitía el pago de licencias mientras estuviera tratándose.

En paralelo, su médico discutió el caso con un experto durante un congreso realizado en Estados Unidos y, por recomendación, administró una dosis adicional de Remicade (la séptima) que tampoco logró resultados. El doctor reconoció, según Cristian, que tanto la terapia tradicional como la biológica habían fracasado.

La Comisión Médica Regional de Concepción analizó su caso en septiembre de 2010 tras la solicitud presentada a su AFP y la instancia resolvió, en una solicitud que Cornejo califica como insólita, validar sin ordenar nuevos exámenes la conclusión recomendada en el peritaje de la especialista reumatóloga de esperar su reacción a la terapia biológica, pese a que ésta había concluido en agosto. Sin embargo, desconociendo las mismas pericias y tras un peritaje que el afectado consideró como “rutinario” (ya que solo se le habría tomado la presión, las medidas y el peso), la comisión clasificó su invalidez como parcial transitoria. Es decir, que era tratable y recuperable.

Tanto Cristian como la Compañía de Seguros apelaron ante el dictamen y mientras el primero exigía a la Comisión Médica Central que se le otorgara la invalidez total y definitiva, la compañía solicitó que se le quitara la invalidez.

La comisión, al respecto, revocó la decisión de la instancia penquista y dejó en categoría de “no configurada” la enfermedad, a la espera, nuevamente, de evaluar la terapia biológica que ya había finalizado. Ello no dejó conforme a Cristian e interpuso un recurso de reposición que, al ser aceptado, le otorgó por segunda vez la invalidez parcial transitoria de 54,1% (el porcentaje que la misma comisión había anulado).

Parte de los archivos de Cristian sobre su caso

Parte de los archivos de Cristian sobre su caso

En este punto, Cornejo acusa que no se consideraron los antecedentes del peritaje que ubicaba su invalidez en un grado IV, pese a haber aportado los antecedentes tanto a la comisión regional como la central. “Mandé los certificados, los exámenes y un historial completo, el que señalaba todo lo sucedido tras las tres primeras dosis de Remicade que indicaba la doctora que hizo el peritaje”, asegura. Apeló nuevamente a través de un recurso extraordinario de revisión, que finalmente fue destimado.

Ante este panorama, el reumatólogo tratante presento nuevamente el caso de Cornejo en el extranjero y a su regreso suministró a Cristian un nuevo fármaco biológico -Humira, que suprime el sistema inmune de la misma forma que lo hace Remicade-, con una dosis cada 15 días. Cuatro meses con esta terapia (ocho dosis) tampoco generaron resultados favorables, ante lo cual el profesional solicitó nuevamente una junta médica.

En esta instancia, de acuerdo a lo que denuncia Cristian Cornejo, aseguró sentirse humillado y haber recibido un trato indigno. En la mencionada junta, afirma, solo participó su doctor y otro médico, que lo habría recibido con la frase “¿cómo estamos para volver a trabajar?”. Tras un examen que calificó como breve, afirma que restaron importancia a los dolores que lo aquejaban: “Me dijeron que yo estaba bien y que no me ‘psicoseara’”, señaló.

La historia no acabó ahí. En agosto de 2011, Cornejo pidió a su médico tratante que autorizara una resonancia nuclear magnética para manos y muñecas con el fin de obtener un resultado comparativo con el mismo examen practicado en 2010. Los resultados indicaban que, lejos de lo que se determinó en la reducida junta médica anterior, la enfermedad había progresado y presentaba un deterioro de mayor gravedad, mostrando secuelas pese a haber terminado todos los tratamientos.

Este deterioro, asegura, le hace sentir mucho dolor, junto con perder fuerza y estabilidad. No puede sostener un hervidor sin mantener el pulso, tampoco está apto para acarrear objetos pesados y su condición no le permite conducir.

El médico, sorprendido al comparar esos resultados con los de 2010, reconoció haber tratado el caso con un destacado reumatólogo español en Uruguay. Éste destacó que, desde un principio, no se le hizo un examen para detectar problemas en las glándulas paratiroides, que podría haber dejado en evidencia por qué los diversos tratamientos aplicados no funcionaron. El doctor de Cristian concluyó con que su caso se encasillaba en un hiperparatiroidismo.

Un examen posterior descartó anormalidades en las glándulas paratiroides. Sin embargo, Cristian Cornejo evidenciaba una grave insuficiencia de vitamina D, lo que, afirma, demuestra que la enfermedad estaba sin remisión pero no por las razones dadas por el médico tratante.

Renunciando a ser tratado nuevamente por su médico, Cornejo acudió el 7 de septiembre de 2011 a la Superintendencia de Pensiones en Concepción para que atendieran su caso, entregando copias de las apelaciones que presentó en las comisiones médicas.

Tras no recibir respuesta, el 27 de ese mes solicitó una audiencia con la superintendenta Solange Berstein y fue recibido en Santiago por asesores de la entidad. Pese a haber enviado el expediente con los antecedentes, los funcionarios le solicitaron informar su historial en detalle, lo que, para Cristian, sería una muestra de que no estaban al tanto de su caso. Como última instancia, expuso su caso en el portal “Contáctate con el Presidente”, desde donde solo obtuvo respuestas protocolares transcurridos algunos meses.

Soberbia e indignación

Los dolores de Cristian son un recuerdo constante de un problema que se ha extendido por mucho tiempo sin contar con una solución para el mal que dio a conocer a través de nuestro medio en abril de 2012. “En vez de reconocer abiertamente que no sabían qué tenía, jugaron, estudiaron y experimentaron conmigo con los tratamientos”, reclama. Actualmente se encuentra cesante y está a la espera de lo que arroje la reevaluación a la que será sometido en Concepción tras la orden de la Comisión Médica local para reevaluar su invalidez, luego de un nuevo requerimiento de su AFP.

Desde esta instancia confirmaron a BioBioChile que aguardan por los resultados del peritaje, que derivará en una nueva resolución respecto a su grado de invalidez.

Sin embargo, la principal demanda de Cristian, junto con pedir claridad respecto a su enfermedad y que se le asigne al fin su invalidez total por haber cumplido al pie de la letra los tratamientos tradicionales y drogas biológicas como indican las normas, emplaza a los médicos a la humildad ante los pacientes: “Se presentan como semidioses pero no admiten su desconocimiento y sus errores. ¿O acaso olvidaron que al recibir el título y levantaron la mano juraron defender la salud y la vida de las personas?”.