Puede habernos parecida muy aburrida durante el colegio, pero la filosofía es una de las disciplinas fundamentales del ser humano -muchas veces menospreciada- a la hora de enseñarnos a reflexionar.

No es casual entonces que la ONU haya declarado este 21 de noviembre como el día mundial de la filosofía, tras definirla como una disciplina que “estimula el pensamiento crítico e independiente y es capaz de trabajar en aras de un mejor entendimiento del mundo, promoviendo la paz y la tolerancia”.

Para conmemorarlo, en BioBioChile recogemos 5 de las teorías filosóficas más controversiales, recopiladas en el libro “50 teorías folosóficas intelectualmente estimulantes” de Barry Loewer, que no te dejarán indiferente.

Pon ese cerebro en marcha.

1. El barco de Teseo (Thomas Hobbes)

Imagina que Teseo, un héroe de la antigüedad, lleva su barco a reparar. En el dique, los carpinteros deciden remplazar cada una de sus piezas, hasta entregarle a Teseo un navío totalmente renovado, con el que vuelve a hacerse a la mar.

Sin embargo, en tierra alguien reúne las piezas viejas y arma otra embarcación. Entonces, ¿cuál es el verdadero barco de Teseo?

Otra analogía de este dilema lo provee la literatura infantil, cuando el oso Paddington fue al banco británico a retirar 5 libras de su cuenta y se sorprendió al darse cuenta… de que el billete que le dieron no era el suyo. Es decir, no el que había depositado.

El problema de la materia siempre cambiante fue planteado por el filósofo inglés Thomas Hobbes a mediados del siglo XVII, y aunque pudiera parecer muy abstracto, nos afecta incluso como personas. Después de todo, prácticamente todas las células de nuestro cuerpo cambian o se renuevan en el transcurso de nuestras vidas. Aún así, ¿seguimos siendo las mismas personas?

2. El dilema del tranvía (Philippa Foot y Judith Jarvis Thomson)

Como si del “Juego del Miedo” se tratase, la filósofa británica Philippa Foot nos propone un difícil dilema ético: un tranvía fuera de control recorre las calles, teniendo en su camino a 5 personas atadas a las vías.

Tú podrías salvarlos… pero sólo si mueves una palanca para desviar el tranvía a otra sección, donde por desgracia también hay una persona atada a las vías.

Bajo una ética utilitarista donde prima el bien general, lo lógico sería desviar el tranvía y sacrificar a una persona para salvar a 5. Sin embargo es entonces la filósofa estadounidense Judith Jarvis Thomson quien da un giro más complejo al dilema: esta vez estás sobre un puente, bajo el cual pasará el tranvía sin control y atropellará a 5 personas.

Nuevamente tienes una posibilidad de salvarlos, pero esta vez debes empujar a un hombre que se encuentra a tu lado, para que caiga y obstruya las vías.

Aunque ambas situaciones son análogas desde el punto de vista práctico (se sacrifica una persona para salvar a 5), la mayoría de las personas trepidan al respecto. No consideran correcto empujar al hombre a las vías.

US Army Africa (CC)

US Army Africa (CC)

3. El acertijo de Epicuro (Epicuro)

Aunque nació 3 siglos antes que Jesús, el filósofo griego Epicuro ideó uno de los principios de los que más se sirven ateos y agnósticos para denostar al cristianismo y demostrar -desde su perspectiva- que Dios no existe.

El tema es el siguiente: el cristianismo clama que existe un Dios bueno y todopoderoso. Sin embargo, a los hombres les suceden cosas malas, incluso, a personas buenas.

De ello se desprenden dos resultados lógicos: o Dios no es bueno porque permite (o provoca) que sucedan esas cosas, o Dios no es todopoderoso porque no puede impedirlas. En ambos casos, se anula la existencia de Dios.

Los cristianos han tratado de responder a este acertijo afirmando que muchas de las cosas malas que ocurren en la Tierra se deben a la maldad o torpeza del propio ser humano -fruto del libre albedrío concedido por Dios- o incluso a que existen designios divinos para cada uno de nosotros que apuntan a un bien superior.

4. La apuesta de Pascal (Blaise Pascal)

En el lado contrario de la vereda tenemos al matemático y filósofo francés Blaise Pascal, quien tras convertirse en un devoto cristiano, intentó usar su afición por las apuestas para explicar por qué creía en Dios.

Según Pascal, si Dios existe, los creyentes podrán acceder al cielo mientras que los ateos estarán condenados al infierno. Por otro lado, si Dios no existe, tanto creyentes como ateos quedarán tras la muerte en la misma situación: la nada.

Desde esta perspectiva, creer en Dios es mucho más conveniente, ya que de existir te enfrentas a una recompensa tan grande versus un castigo tan horroroso, que vale la pena el riesgo. Por otra parte, si Dios no existe, a lo sumo vivirás una vida religiosamente correcta.

Sin embargo, el razonamiento de Pascal ha tenido detractores incluso entre los propios creyentes, ya que resume la fe en un acto de conveniencia, algo que el Dios cristiano no estaría muy feliz de recompensar.

5. La mala fe de Sartre (Jean-Paul Sartre)

En situaciones extremas, como los regímenes totalitarios, es común que los culpables de crímenes contra la humanidad aleguen que sólo seguían órdenes, o incluso que su integridad o la de sus familias estaba en riesgo de no acceder.

Por desgracia para quienes intentan desligar su responsabilidad de esta forma, el filósofo francés Jean-Paul Sartre creó una verdadera escuela de pensamiento al afirmar que en realidad el ser humano es siempre y en todo lugar, indeclinablemente libre.

Para Sartre, los seres humanos enfrentados a duros dilemas morales intentamos “cosificarnos”, convertirnos en objetos inertes a merced de las fuerzas naturales, asegurando que las circunstancias nos obligaron, una estrategia que él denominó “mala fe”.

La verdad sin embargo, sería que el ser humano siempre tiene la posibilidad de elegir -asumiendo las consecuencias que ello acarree- porque no podemos escapar de nuestra libertad.

Pese al prestigio de Sartre, su propuesta aún genera mucha discusión. ¿Qué pasa, por ejemplo, con una persona ebria, en cuyo caso el alcohol la lleva a cometer actos que no haría estando sobria? ¿usó su libertad al embriagarse en primer lugar? ¿y si es un adicto? ¿podemos decir entonces que nuestra biología en efecto condiciona nuestra libertad?

Para la filosofía, las preguntas sólo empiezan. Nunca terminan.