Miles de supervivientes del tifón Haiyan en Filipinas, que habría dejado más de 10.000 muertos, esperaban este martes agua y comida urgente, el mismo día en que está prevista la llegada a la zona de la catástrofe de barcos estadounidenses y británicos.

Cuatro días después del paso de uno de los tifones más potentes de la historia del país, que iba acompañado de vientos de 300 km por hora y olas de hasta cinco metros parecidas a las de un tsunami, la ONU teme “lo peor” en las zonas más afectadas, principalmente las islas de Leyte y Samar.

“Nos tememos lo peor. A medida que podemos ir accediendo a algunas zonas descubrimos más cadáveres”, dijo John Ging, director de operaciones de la oficina de coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU.

Naciones Unidas habló de un número de víctimas que podría alcanzar 10.000 personas sólo en la ciudad de Tacloban, la capital de la provincia de Leyte, una de las más devastadas. El último balance oficial publicado el martes es de 1.774 muertos en toda la región.

En total más de diez millones de personas, el 10% de la población del país, se ha visto afectada por el tifón y al menos 660.000 personas perdieron su casa.

Las autoridades no logran hacer frente a la magnitud del trabajo para dar refugio y abastecer con agua, comida y medicamentos a los supervivientes, muchos de los cuales intentan huir de la zona.

“¿DÓNDE ESTÁ LA COMIDA?”

“Aquí no hay nada para nosotros. Ya no tenemos casa ni dinero ni papeles” dice desesperada Carol Mampas, de 48 años, con su hijo de tres años con fiebre en los brazos.

“Por favor, digan a las autoridades que nos ayuden. ¿Dónde está la comida? ¿Donde está el agua? ¿Dónde están los soldados para recoger los cadáveres?”, se pregunta esta mujer que, como miles de supervivientes, pasó la noche en el maltrecho aeropuerto de Tacoblan con la esperanza de tomar un vuelo para abandonar la ciudad.

Las calles de la ciudad siguen llenas de cadáveres en descomposición y muchas personas armadas saquean los edificios que todavía siguen en pie.

Para luchar contra el saqueo las autoridades anunciaron el martes la imposición del toque de queda y el despliegue de vehículos militares.

“La presencia de policías y soldados [...] mejorará sin duda las cosas pero no se hará todo en una noche”, dijo el ministro del Interior, Mar Roxas.

La lluvia que cayó sobre la ciudad en la madrugada del martes empeoró todavía más las cosas para los supervivientes. Una nueva tormenta amenaza ahora otras islas del sur de Filipinas, donde el tifón ya dejó varios centenares de muertos.

“En los próximos días, estén seguros de ello, la ayuda llegará cada vez más deprisa”, prometió el presidente filipino Benigno Aquino, que el lunes declaró el estado de catástrofe nacional.

Estados Unidos, que ya ha enviado a decenas de marines a Filipinas, reforzará su ayuda con la llegada desde Hong Kong del portaaviones George Washington, con 5.000 marines a bordo, así como con 80 aviones y varios barcos de guerra. Gran Bretaña anunció por su parte el envío de un avión de transporte y de un navío militar.

LA SOMBRA DEL CAMBIO CLIMÁTICO

Muchos países, agencias internacionales y ONG han prometido también ayuda material y financiera. El martes tiene que llegar a Filipinas un avión de la UNICEF con 60 toneladas de ayuda, incluyendo tiendas de campaña, medicamentos y sistemas para purificar el agua.

Cada año cerca de 20 tifones o tormentas tropicales pasan por Filipinas pero los expertos aseguran que la violencia excepcional de Haiyan podría estar relacionada con el cambio climático.

El lunes, Naderev Sano, el delegado filipino en la conferencia internacional sobre el cambio climático que se celebra esta semana en Varsovia, se declaró en huelga de hambre hasta el 22 de noviembre, cuando termine la reunión, “por solidaridad con mis compatriotas, que luchan para encontrar comida”.

Tras su paso por Filipinas, el tifón, muy debilitado, llegó a Vietnam, donde 800.000 personas fueron evacuadas, y luego a China, donde murieron al menos siete personas.