Proliferación de espías y espionajes. Un ciudadano común y corriente se pregunta: ¿cómo controlar o limitar la ola alarmante, esas tareas oscuras que siguen creciendo como plantas tropicales envenenadas? Por favor, que no cunda el pánico. Lo del espionaje es un fenómeno más viejo que andar a pie y siempre se renueva. Ahora, con artilugios ultra sofisticados, se desborda. Del celoso, inagotable e inútil zangoloteo actual, valga el siguiente ejemplo: al contraespionaje alemán (los servicios secretos) se le pasó por alto cuidar hasta el celular de la jefa superiora, la Merkel. La dama, ignorante, portaba un teléfono muy bien pinchado por los agentes de Obama.

Los germanos, siempre tan eficientes, están sonrojados pero no vencidos. En el Parlamento berlinés ya trabaja una comisión para controlar futuros desaguisados. El gran jefe de esa oficina, Thomas Oppermann, (social demócrata, aún no lo han despedido) propone que buena parte de sus cinco mil agentes (los James Bond teutones) pongan más ojo, pestaña y ceja afuera, en los países aliados. La mala experiencia obliga a recordar que no hay que fiarse ni del vecino.

El problema general para los países de Europa es muy concreto; aquel vecino hurón (USA) no solamente huronea sin pausa y sin asco sino que previene a sus propios espiados de eventuales ataques terroristas. O sea es un controvertido “amigo” en el camino.

Por estos andurriales llevamos semanas leyendo y escuchando “nuevas revelaciones”. Todo indica que ya no queda un solo rincón europeo que no hubiese sido o siga siendo barrido por esos “observadores” invisibles. Todo transita por el éter. Es monstruoso.

Millones de metadatos van y vienen. El instrumental sobrepasa la imaginación. Cables submarinos, aviones invisibles, orejas fantasmas. La Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de los Estados Unidos, reveló el diario The New York Times, dispone de tentáculos que abrazan a todos los líderes mundiales. Para afrontar el maremágnum y para sembrar un poco de confianza, dejando aparte los cinismos, sólo cabe poner en marcha discretos acuerdos bilaterales entre países aliados que rezan y reman juntos; ejemplo, Canadá, Inglaterra, Australia o Alemania.

Entre tanta pataleta internacional provocada por las filtraciones del informático norteamericano refugiado en Rusia, Edward Snowden, no olvidemos: todo apunta, al posible daño industrial y comercial. A la feroz batalla por la supremacía económica en un planeta cada vez mas comprometido y enzarzado en la competencia. Es decir el punto preocupante de esta película tiene que ver con un poderoso caballero, Don Dinero.

En la trifulca la Unión Europea en Bruselas, como siempre, da palos de ciego. Su voz unitaria es inexistente. Además se ahoga entre tantas estadísticas, organigramas, cifras, datos de tecnología punta y velocidad, temas en los cuales, sin vuelta, la mayoría de los mortales siguen, seguirán y seguiremos en ayunas.

Históricamente el espionaje ha ocupado un lugar preciado. En el pasado la clandestinidad informativa siempre fue la norma. Han habido notables ilustres que llevaron doble vida: agentes secretos. Petrarca, erudito y poeta italiano, sirvió a los papas de Aviñón. También se malicia que esa lumbrera de las letras alemanas, Johann Wolfgang Goethe, habría sido un agente francés contra de su propio país. En el Vaticano los espías también han hecho nata.

Uno de tantos, Umberto Benigni, se lleva las palmas. Controlaba los entresijos de la Curia Romana y conspiraba a diestra y siniestra. Durante la Segunda Guerra Mundial hasta habría entregado informes de la Santa Sede a la Gestapo. Otro famoso y tenebroso fue monseñor, Luigi Poggi, artífice de la Santa Alianza (USA, Inglaterra, Polonia, ex Alemania Federal) que liquidó a los países del Este en la agonía de la Guerra Fría. Poggi fue habilísimo responsable de los servicios secretos de inteligencia de Juan Pablo II.

Si la ciencia nunca se detiene el espionaje tampoco. En el futuro tendrá caras distintas, utilizara otros medios. Será parte sustancial de la revolución informática que se avecina. Una revolución, según el optimista físico teórico, Michio Kaku, donde ni siquiera habrá intervención humana. Será el reino de las nano cámaras, los satélites invisibles y otras sorpresas todo lo cual “nos hará capaces de manipular la materia con nuestras mentes”. Siempre y cuando el planeta Tierra siga girando y con nosotros encima.

Crónicas de la actualidad europea cuyo autor, Oscar Vega, reside en Portugal. Periodista y escritor, se inició en 1956 en el vespertino Crónica de Concepción. Ha trabajado, entre otros medios, en los diarios La Discusión, Clarín, La Nación, Fortín Mapocho, La Epoca y en revistas como “Hechos Mundiales” y “Cauce” de Chile y “Límite Sur”, de Méjico. Igualmente, entre otras emisoras, Magallanes, Minería, Cooperativa (1960-1970) y radio Berlín Internacional (1980-1990) Su último libro, “Música para dos”, fue publicado el 2012 por editorial Lom.