A sus 9 años, Nabeela ur-Rehman presenció cómo el bombardeo de un avión no tripulado de Estados Unidos mató a su abuela de 68 años, hirió a sus hermanos, aniquiló sus animales y destruyó su casa y su huerto.

La niña vive en Waziristán, uno de los bastiones de los talibanes en Pakistán, y viajó hace unos días al Congreso de Estados Unidos en Washington, junto a lo que queda de su familia, para denunciar el terror que a diario sufren por los ataques, sorpresivos y sangrientos, de los drones de Estados Unidos y sus aliados.

Junto con su relato, la niña dibujó en un papel el momento en que del cielo cayó un proyectil que mató a su abuela mientras ésta recolectaba verduras en su huerto. La explosión destruyó su hogar y sus animales, además de dejar heridos a sus hermanos, según publicó Yahoo.

Cuando se produjo la explosión, yo estaba afuera con mi abuela. Todo se puso oscuro. Me asusté. Empecé a correr y luego me di cuenta que mi brazo estaba sangrando. Empecé a limpiarlo, pero la sangre no paraba y seguí corriendo“, contó la pequeña.

El padre de Nabeela, profesor de escuela, se preguntaba cómo tranquilizar a sus alumnos y distraerlos de la constante amenaza de bombas cayendo desde el cielo, que cada cierto tiempo se llevan a alguno de sus cercanos.

Según cifras de Amnistía Internacional, desde al año 2004, entre 2.000 y 4.700 personas, entre ellas centenas de civiles, según diferentes evaluaciones, murieron en unos 300 ataques de drones estadounidenses en las zonas tribales del noroeste de Pakistán, como parte de la guerra contra los talibanes y otros grupos vinculados a Al Qaeda en la frontera con Afganistán.