Suecia hizo buena letra en el debate sobre la buena crianza como el primer país en prohibir los castigos corporales en 1979, pero algunos sostienen que su enfoque centrado en el niño ha ido demasiado lejos y los pequeños ahora llevan la batuta.

“De alguna manera los niños suecos tienen muy malos modales”, dijo a la AFP David Eberhard, un destacado psiquiatra y padre de seis hijos.

“Gritan si hay adultos hablando en la mesa de la cena, te interrumpen todo el tiempo y exigen el mismo espacio que los adultos”.

Eberhard publicó recientemente un libro titulado “Cómo los niños tomaron el poder”, que sostiene que en los últimos años los suecos han extendido la prohibición de castigos corporales de 1979 -aprobado ya en más de 30 países- a la prohibición de corregir a los niños.

“Por supuesto que uno debe escuchar a sus hijos, pero en Suecia se ha ido demasiado lejos. Los niños tienden a decidir todo en las familias: cuándo irse a la cama, qué comer, dónde ir de vacaciones, incluso lo que hay que ver en la televisión”, dijo, y agregó que la permisividad en la crianza de los hijos no los prepara para la vida adulta.

“Sus expectativas son muy altas y la vida es muy difícil para ellos. Lo vemos con los trastornos de ansiedad y de daño auto-infligido, que han aumentado de forma espectacular”.

Un tema cultural

El punto de vista de Eberhard es cuestionado por varios expertos, como el terapeuta familiar Martin Forster, quien dice que los jóvenes suecos siguen estando arriba en clasificaciones internacionales de bienestar.

“Suecia fue muy inspirada por la idea de que los niños deben ser más el centro y deben ser escuchados”, dijo.

“Que los niños deciden demasiado es una cuestión de valores. Diferentes enfoques sobre la crianza de los hijos producen diferentes culturas”.

No obstante, existe un acalorado debate sobre cómo este enfoque ha influido en las escuelas, donde se ve una caída de las calificaciones y se repiten las quejas por la mala conducta y las aulas ruidosas.

“Dos chicos estaban insultándose -no pensé siquiera que niños de siete años supieran palabras como ésas- y cuando traté de intervenir, me insultaron y me dijeron que me metiera en mis asuntos”, dijo Ola Olofsson, periodista de un diario del sur de Suecia, al describir una visita al salón de clase de su hija de siete años.

Cuando escribió una columna sobre el caos de que fue testigo en la escuela, el sitio web del periódico se vio inundado con cientos de comentarios de padres y maestros exasperados.

Una maestra de preescolar de Estocolmo escribió que sus alumnos de cuatro y cinco años le contestan “¿Crees que me importa?” cuando les pide que hagan algo.

“El otro día, un niño de cuatro años me escupió cuando le pedí que dejara de treparse a una estantería”, agregó.

Criar niños, una cuestión política

Pero, ¿qué es lo que hace diferentes a los padres suecos?

Forster dice que es más que nada una cuestión política y que todo el debate público acerca de lo correcto e incorrecto puede dejar a los padres más confusos que en otros lugares.

A raíz de una investigación del gobierno sobre el bienestar infantil en 2010, las autoridades locales ofrecieron un curso gratuito, llamado “Todos los niños en el centro”, para apoyar a los padres en la educación de sus hijos.

Su mensaje principal es que castigar a los niños no genera buena conducta en el largo plazo y que establecer límites no siempre es la medida correcta.

“Si uno quiere que un niño coopere, lo mejor es tener una relación estrecha para que el niño quiera cooperar con usted”, dijo la psicóloga Kajsa Loenn-Rhodin, una de las que concibió el curso, rechazando la idea de que los niños han tomado el control.

“Creo que el problema es mayor cuando se trata mal a los niños… cuando se los cría de manera dura”, dijo.

Marie Maerestad y su esposo tomaron el curso en Estocolmo en 2012, cuando sus hijas tenían dos y tres años. A veces a la hora de la comida las niñas corrían y empujaban juguetes alrededor de la mesa de la cocina”.

“Nos dimos cuenta de que las estábamos regañando todo el tiempo, que estaban peleando mucho… teníamos muchos conflictos en la mañana cuando era hora de levantarse”, dijo esta entrenadora personal de 39 años.

“Nuestra hija menor tenía rabietas y nada funcionaba… Estábamos pasándola mal, así que pensamos que sería buena idea pedir algunos consejos y asesoramiento”, añadió, sirviendo café mientras sus hijas jugaban con Lego en el piso de madera de su casa en las afueras de la ciudad.

Maerestad dijo que el curso los ayudó a “elegir las batallas” y comunicarse mejor con sus hijas, pero reconoció que los niños suelen dominar en los hogares suecos.

“Se puede ver con muchos de nuestros amigos, parece que son los niños los que están a cargo”.

Los padres no son amigos

Hugo Lagercrantz, profesor de pediatría en el Hospital de la Universidad Karolinska, cree que el sistema de crianza en Suecia se explica mucho por el énfasis que pone el país en la democracia y la igualdad.

“Los padres suecos tratan de ser demasiado democráticos… Deben actuar como padres y tomar decisiones y no tratar de ser aceptados todo el tiempo”.

Sin embargo, Lagercrantz también ve un lado positivo en el enfoque sueco.

“Los niños suecos son muy abiertos y pueden expresar sus opiniones”, dijo, y agregó que la tradición de igualdad del país impulsó a multinacionales propias, como H&M e Ikea, conocidas por su estilo de gestión horizontal.

“Suecia no es muy jerárquica y, en algunos aspectos, eso es muy bueno, es una de las razones por las que al país le está yendo bastante bien económicamente”.