De paso por Concepción, caminando y conduciendo por distintas calles de la ciudad, se puede advertir lamentable ver el estado de éstas y también de sus veredas. Si antes del terremoto del 27 de febrero de 2010 eran malas, hoy es una vergüenza y una falta de respeto, sobre todo para los adultos mayores y discapacitados que transitan por ellas.

Resulta incomprensible que ninguna autoridad regional o a nivel central tome cartas en el asunto. Siempre se culpan mutuamente entre el municipio y el Servicio de Vivienda y Urbanismo. 

Escandaloso es que el Estado se gaste $1.900 millones en un memorial por las víctimas del terremoto, en vez de invertirlos, por ejemplo, en el tema aquí planteado.

Por otra parte, es difícil de comprender la forma de operar que tiene el Serviu al respecto. Llaman a licitaciones para pavimentaciones “parches”, es decir, simples bacheos, en vez de utilizar recursos una sola vez para trabajar cuadras completas.

A ello, se le debe sumar que algunas empresas contratistas no cumplen con los plazos y la totalidad del trabajo adjudicado. Ejemplo de ellos son las calles Freire y Maipú de la ciudad, donde las faenas no cumplieron los plazos, dejaron grandes hoyos en las veredas. Por este tema nadie ha respondido, siendo los únicos perjudicados los peatones.

Con propiedad, afirmo que la tónica de siempre es que cuando pavimentan una calle no pasa un año y la vuelven a romper, por cualquier razón. No falla este ritual.

Es cosa de recorrer algunas vías y observar parches sobre parches, unos más altos que otros, en ciertas partes hormigón y en otras asfalto. Un ejemplo es la calle Maipú entre Caupolicán y Aníbal Pinto. Solo cito éste porque son decenas de cuadras con las mismas características.

¿Dónde está el rol de los inspectores y directores de obras? ¿Quiénes son encargados de velar por el cumplimiento exacto de los trabajos de las constructoras contratistas inscritas en el Serviu? Al parecer, algunas de éstas trabajan al mínimo esfuerzo, es decir, sólo buscan obtener un muy buen margen de ganancia sobre el monto cancelado por el organismo estatal, porque no veo otra razón para dejar obras inconclusas o de dudosa calidad.

De paso, una observación. Sorprende la proliferación de empresas constructoras que se inscriben como contratistas. Debo presumir que es un excelente negocio a costa del bolsillo de todos los chilenos, como también presumo el lobby de éstas ante los funcionarios encargados de decidir quiénes se adjudican las licitaciones y, a la vez, ante quiénes fiscalizan en terreno.

No lo tengo claro, pero fuentes del medio manifiestan sus dudas sobre la existencia de supuestos tratos especiales, algún cariño, un almuerzo o un regaloneo por parte de estas empresas hacia los funcionarios de este servicio. No me extrañaría en todo caso, porque todos los días nos informamos de las constantes denuncias de corrupción en organismos públicos.

Algo anda mal aquí. No creo que sea cosa de ahora solamente. Lo que sí es algo visible, concreto y real, que no se puede desconocer, es que una de las principales ciudades del país ofrece un panorama desolador en cuanto al estado de sus calles.

Pero a la autoridad poco le importa, total las reparaciones de los vehículos fiscales las pagan todos los chilenos. En cambio, la locomoción colectiva y automovilistas en general, e incluso los peatones, deben asumir los costos de los daños y accidentes que se producen a causa de esta situación.

¿Alguna autoridad se hará cargo de esta problemática o saldrán con sus PowerPoint, llenos de números y gráficos, para ignorar la realidad?

Víctor Huidobro es periodista. Vive en Santiago y escribe regularmente en su blog El Nada Serio. Su cuenta de Twitter es @elnadaserio.