El reconocido director ruso Leonid Grin inició esta nueva etapa de la agrupación con un concierto en que se programaron obras de Tchaikovsky y Prokofiev.

La música rusa se apoderó del vigésimo concierto de la Temporada 2013 de la Orquesta Sinfónica de Chile, el cual significó el estreno de su nuevo Director Titular, el maestro ruso Leonid Grin, reconocido músico de vasta trayectoria internacional.

Grin puso su sello de fogueado conductor y guía, para sacar lo máximo de sus nuevos pupilos, en un programa dedicado a grandes autores rusos, el que incluyó obras de Piotr Ilyich Tchaikovsky y Sergei Prokofiev, “los dos más fantásticos compositores de la antigua y actual Rusia”, según el director.

El concierto del reciente fin de semana en el Teatro de la Universidad de Chile, partió con la interpretación de dos emblemáticas obras de Tchaikovsky: la patriótica Marcha eslava que el compositor escribió para un concierto de beneficencia destinado a los voluntarios rusos heridos en el conflicto entre Serbia y Turquía, en el que Austria y Rusia fueron aliados de Serbia y siguió con la famosa Suite del célebre ballet El Lago de los Cisnes, cuya popularidad se mantiene hasta nuestros días y del que se han realizado innumerables versiones no sólo en danza, sino también en cine.

Aquí, en estas dos obras, la orquesta en pleno respondió de maravillas, muy en especial la familia de las cuerdas, en que lucieron el concertino Alberto Dourthé y el arpista Manuel Jiménez.

Para cerrar la velada, la Orquesta Sinfónica de Chile abordó la vibrante Sinfonía N° 5 de Sergei Prokofiev, compuesta en 1944 en plena Segunda Guerra Mundial y en la cual la mitad de sus movimientos son de gran intensidad orquestal. En esta parte final hubo muchos aplausos para Grin y sus dirigidos, muy en especial, para maderas y cuerdas.

Sergei Prokofiev declaró en 1945 que consideraba su Quinta Sinfonía como la culminación de un largo periodo de su vida creativa. “La concebí como una sinfonía sobre la grandeza del espíritu humano. Además, esta obra es de particular importancia para mí, porque marcó mi regreso a la forma sinfónica después de un largo intervalo”. En sus propias palabras esta obra es “un himno para un hombre libre y feliz, a sus maravillosos poderes y a su puro y noble espíritu” y agregó: “No puedo decir que haya escogido deliberadamente este tema. Nació en mí y me pedía expresión. La música maduró dentro de mí. Llenó mi alma”.

Por su parte, Tchaikovsky compuso su célebre ballet El Lago de los cisnes entre 1875 y 1876, por encargo de Vladimir Begichev, director de los teatros imperiales de Moscú. El argumento cuenta la historia de amor entre el Príncipe Siegfried y la bella princesa encantada Odette, condenada a convertirse en cisne todas las noches debido a un maleficio del malvado mago Rothbart.

El Lago de los Cisnes, con libreto original de Vladimir Begichev y Vasili Beltzer y coreografía de Julius Reisinger, fue estrenado en 1877 en el Teatro Bolshoi sin lograr mayor éxito. No obstante ocho años después, una nueva versión con coreografía de Lev Ivanov y Marius Petipa presentada el 15 de enero de 1895 con el Ballet Imperial en el Teatro Mariinski de San Petersburgo, le brindó la fama y reconocimiento que la obra mantiene hasta hoy, en gran parte también gracias a la brillante composición musical de Tchaikovsky.

Dirigir un programa con música de Tchaikovsky y de Prokofiev resultó muy especial para el maestro europeo, quien pese a vivir durante las últimas tres décadas en Estados Unidos expresó que: “La música rusa corre por mis venas porque desde pequeño crecí con ella y siento que en Chile es muy bien recibida, quizás porque existen, en mi opinión personal, muchas similitudes entre la gente rusa y la chilena”.