La elección presidencial está sumamente aburrida. Michelle Bachelet gana en todas las encuestas con holgura e incluso es posible que todo termine en la primera vuelta del 17 de noviembre. Y si no es así, la segunda vuelta será un trámite burocrático. Todo con mucho tedio.

Da lo mismo si Michelle Bachelet tiene o no programa. Son tantos los errores de la Derecha que la derrota será grande.

Es que no es posible tener opciones de triunfo si no se llama a la dictadura lo que es; si sobre empresarios de los más conspicuos recae la sospecha que son unos simples delincuentes que no irán a la cárcel; si la concentración económica es tan brutal que las barreras de entrada impiden el surgimiento de empresarios, transformando el país en empleados en manos de un grupo lleno de privilegios; si los abusos de esos mismos ya no son tolerables. ¿O es que recién vienen a descubrir que Julio Ponce Lerou es quien es?

El resultado -a menos que ocurra algo extraordinario- de debacle de la derecha del próximos 17 de noviembre sólo será la ratificación de una derrota que ya se produjo. Porque la derrota no es electoral, sino cultural. Por eso, si la elección será aburrida, lo que viene después será entretenido. Entretenido para los que les gusta el riesgo y las interrogantes.