El presidente Barack Obama manifestó este sábado su hostilidad con la idea de postergar solamente por algunas semanas el vencimiento del techo de la deuda estadounidense, punto crucial de las conversaciones con la oposición republicana, en el decimosegundo día de crisis por la falta de acuerdo sobre el presupuesto.

Durante su alocución semanal, el mandatario advirtió que “no sería inteligente, como algunos lo anuncian, postergar por dos meses el techo de la deuda y coquetear con el primer default intencional en medio de la temporada comercial de Navidad”.

“Los daños a la reputación de tomador de préstamos sin tacha de Estados Unidos no provocaría más que una caída de los mercados. Sería más caro tomar préstamos para todos los estadounidenses”, subrayó el presidente demócrata, enfrentado desde principios de octubre con sus adversarios políticos sobre el presupuesto del Estado federal.

Por falta de votos sobre los gastos e ingresos en el Congreso, Estados Unidos se encuentra inmerso desde el 1 de octubre en una parálisis administrativa. Centenares de miles de funcionarios han recibido la orden de permanecer en sus casas, provocando una cascada de consecuencias a lo largo de todo el país.

A esta crisis se le suma otra, el necesario aumento del techo legal de la deuda, una prerrogativa del poder legislativo. Pasada la fecha del 17 de octubre, la primera economía mundial corre el riesgo de caer en un default de pagos, con repercusiones mundiales en juego, advirtió el gobierno.

Desde la tarde del jueves, los republicanos, mayoritarios en la Cámara de representantes, comenzaron nuevamente a conversar con Obama con el objetivo declarado de posponer el vencimiento del techo de la deuda, situación que ya ha provocado alarma en los mercados.

Pero la propuesta republicana no menciona más que un plazo limitado de extensión, de seis semanas de tiempo y tener suficiente espacio para negociar sobre los temas que más preocupan a los conservadores, en especial los programas sociales.

Obama, que afirmó estas últimas semanas que no negociaría con los conservadores sobre la extensión del plazo del techo de la deuda ni sobre el presupuesto, reafirmó su posición este sábado al calificar las consecuencias de un eventual default como “un nuevo impuesto, un impuesto republicano por incumplimiento, sobre todas las familias y empresas estadounidenses”.