“Hola a todos! Estamos bien y seguimos aquí!!!. Finalmente hoy podemos contactarnos! Gracias a todos por sus oraciones y su preocupación. Nosotros estamos todos bien, gracias a Dios, solo que hemos pasado un tiempo bien largo casi totalmente incomunicados. Hoy fue reanudado el servicio de internet, que durante un mes y medio estuvo completamente interrumpido en toda la región. No sabemos todavía si restablecerán también las líneas de teléfono al exterior. Otra muy buena noticia es que ayer fue liberado uno de los caminos importantes de acceso a la ciudad, y pudieron ingresar víveres. En medio de esta guerra que sigue sacudiendo aun a todo Alepo, la gente ha vuelto a sonreír al ver verdura y fruta en los mercados…” (sic)

Este es de los pocos mensajes esperanzadores que pueden leerse en la página de Facebook “SOS Cristianos en Siria” en los últimos meses. A través de este medio familiares, fieles y amigos pueden conocer sobre la situación de los sacerdotes y religiosas de la Compañía del Verbo Divino Encarnado, quienes en la actualidad cumplen misiones evangelizadoras en Siria, país que desde hace tres años es escenario de una Guerra Civil.

Entre los religiosos que realizan labores en la zona está el sacerdote chileno Rodrigo Miranda, un hombre de 36 años que dejó sus estudios de Arte en la Universidad Católica de Valparaíso para unirse a esta congregación religiosa, caracterizada por las misiones en zonas conflictivas. Antes de ser enviado a Siria, el cura vivió en la Franja de Gaza y Jerusalén, donde presenció con sus propios ojos la intensidad del conflicto bélico que allí se desarrolla.

En septiembre, la Embajada Chilena en Siria contactó a Miranda para ofrecerle salir del país, luego que se recrudecieran las condiciones de vida en Alepo, ciudad donde está destinado en el “Obispado para los Latinos”. Sin embargo, el sacerdote se negó a dejar a sus fieles y dejó claro que es allí donde tiene que estar.

“Rodrigo no va a irse, él es una persona muy decidida y toma sus decisiones de manera racional. Sabe que las personas lo necesitan y no va a dejarlas solas por ningún motivo”, comenta el sacerdote Marcelo Catril.

Pereslavtsev (CC) Wikipedia

Pereslavtsev (CC) Wikipedia

Los peligros para un cristiano en Siria

“Con Rodrigo tratamos de comunicarnos todos los meses a través de correo electrónico”, relata Catril. El sacerdote de Valparaíso conoce a Miranda desde sus estudios en el Liceo Juan XXIII de Villa Alemana. Hasta el momento no han perdido contacto. Incluso a fines de 2012 se despidió del cura antes de que partiera nuevamente a Siria y recuerda las palabras que éste le dijo “Si no nos volvemos a ver aquí, nos vemos en el cielo”.

Catril explica que la última vez que vio a su amigo estaba muy feliz. El mensaje transmitido durante esa despedida tiene una explicación “Su vocación lo llama a estar a dispuesto a dar la vida por Cristo y Rodrigo toma esto muy en serio”, relata.

En uno de los primeros bombardeos producidos en Alepo, el cura chileno se encontraba en su iglesia ubicada al norte de la ciudad. Al sentir las explosiones corrió hacia una de las universidades afectadas para auxiliar a las personas que fueron heridas. Contó a su amigo que el panorama era muy desalentador: “Habían niños heridos, mutilados y otras personas con heridas mortales”. Esta imagen es su dolor permanente, lo que le motivó a quedarse y dar esperanza a quienes lo han perdido todo, explica Catril.

Pero este no es el único peligro al que se expone el sacerdote. Sabe que su religión representa un peligro para su integridad. En los últimos días Alepo fue sitiado por el Ejército Rebelde sirio, quienes tienen a fundamentalistas islámicos entre sus filas. Estos últimos han sido acusados por la comunidad cristiana de comenzar una persecución religiosa a todos los que no profesan su misma fe. Ante esto, Miranda ya tomó algunas precauciones: dejó su barba larga para evitar ser reconocido como extranjero y está siempre informado de los lugares tomados por los islamistas.

Pese a los peligros, no ha dejado de realizar ejercicios espirituales y religiosos en su Iglesia. Incluso cuando el Papa Francisco visitó Brasil, él reunió a los jóvenes cristianos para permanecer juntos ante la imposibilidad de unirse a este encuentro.

Pero las prioridades para estos cristianos practicantes también cambiaron producto de la guerra. Junto al sacerdote y las religiosas que viven en la Iglesia se dedican a realizar labores humanitarias para los afectados por este conflicto.

“Rodrigo también tiene miedo”

Mauricio reconoce que su amigo Rodrigo le ha confesado tener miedo en las conversaciones que han mantenido a lo largo de estos meses. La situación es muy cambiante en Siria: hay días en que los bombardeos disminuyen, pero también existen otros en que pareciera que fuera “acabo de mundo”.

La familia de Miranda vive un permanente estado de tensión, en particular cuando pasan muchas semanas sin tener noticias de él a través de internet, que en algunas ocasiones se convierte en el único canal de comunicación. Sus padres ya no pueden conciliar el sueño, pero saben que su hijo tomó una decisión irreversible y se quedará hasta que acabe el conflicto.

Catril revela que han mantenido conversaciones con Miranda en las que analizan cuál es la salida viable para esta crisis.

El sacerdote chileno es enfático en señalar que otra guerra no es la salida y deben apostar por la vía diplomática. Sin embargo, a veces se siente desesperanzado y escucha con frecuencia los ruegos de sus fieles que les piden no los abandonen: “La comunidad internacional ya nos dejó, por favor no lo hagan ustedes”.