El iGEM, fundado en 2004 en Boston al alero del MIT, reunirá a 12 equipos latinoamericanos que buscan crear la mejor “máquina genéticamente diseñada”. De estos concursos han emanado innovaciones en vía de desarrollo, como una crema para detectar el cáncer a la piel, un sistema que reconoce los aceites de oliva verdaderamente vírgenes y un bioinsecticida degradable para combatir al gusano blanco que ataca las plantaciones de papas en México.

Randy Rettberg es ingeniero y trabajó por muchos años en BBN, unas de las empresas pioneras en la creación de internet. Su nombre se asocia a innovación y emprendimiento. Más aún cuando se conoce su trabajo en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), donde Rettberg acuñó el término “biología sintética”, para referirse a una nueva rama de la ciencia, de la cual es considerado el padre.

Su definición no está del todo consensuada, pero -en palabras de Ismael Espinoza, coordinador de negocios de la incubadora Gesta Mayor, perteneciente a la Universidad Mayor-, “se trata de la unión entre biología e ingeniería para la creación de una máquina robótica, pero viva. La idea base es que se descompone una bacteria, se le realizan cambios genéticos y luego se rearma para que cumpla cierta función, diferente para la que está concebida naturalmente”.

Aterrizaje en Chile

Una de las razones del auge de esta práctica es el concurso o jamboree iGEM (traducido como Competencia Internacional de Máquinas Genéticamente Diseñadas), que partió tímidamente en 2004 al alero del MIT y que con el correr de los años se transformó en una entidad difusora de esta especialidad.

Los participantes, agrupados en equipos liderados por un profesor instructor, se inscriben y reciben un kit de trabajo llamado biobricks, con el cual comienzan a desarrollar un proyecto. “Se trabaja sobre necesidades que los mismos participantes detectan en su entorno. Son equipos multidisciplinarios que incluso cuentan con sociólogos o sicólogos”, describe Espinoza.

Así, este jamboree ha extendido sus redes a diversas universidades y colegios de EE.UU., además de Asia y Europa. Latinoamérica tuvo su primera versión en 2012, en Bogotá (Colombia), y este año llega a Chile, organizado por la U. Mayor. “Hace tiempo estaban buscando la forma de potenciar Latinoamérica y vieron nuestro entusiasmo y compromiso con el concurso”, dice Ismael Espinoza, quien también es el coordinador latinoamericano de iGEM.

Además, se designó al doctor Patricio Manque, director del Centro de Genómica y Bioinformática de la misma universidad, como jurado, siendo el primer chileno en tener este cargo.

La presentación de los resultados de los 12 equipos que trabajaron desde mayo a agosto se llevará a cabo del 4 al 6 de octubre en el campus Huechuraba de la Universidad Mayor. Los tres primeros lugares irán a competir, en noviembre, al MIT. “En lenguaje futbolístico, en Chile se jugará la eliminatoria latinoamericana, para después llegar al Mundial en Boston”, explica el coordinador.
 

Experiencias innovadoras

“Los resultados que uno puede obtener en esta disciplina es muy grande y tienen alto impacto”, comenta Espinoza, quien resalta la relación de los equipos con su entorno en el éxito de los proyectos.

“En el último iGEM, un equipo de Turquía detectó que uno de sus integrantes tenía problemas a la piel, con alto riesgo de contraer cáncer. Luego, constaron que ante cualquier situación riesgosa en la piel, como un lunar, debían esperar a que este cambiase de color para ir al médico, hacerse los exámenes y ver si había un compromiso cancerígeno. Eso significaba tiempo y dinero”, explica Espinoza.

Entonces, el equipo de jóvenes científicos decidió desarrollar un marcador genético: tomaron una bacteria la cual fue modificada para que emitiese señales en presencia de un melanoma maligno. “Es como si hubiesen desconfigurado a la bacteria y la hubiesen rearmado para hacer lo que ellos necesitaba”, detalla Ismael. Esa iniciativa está en la actualidad en vías de convertirse en una crema para la detección precoz de cáncer a la piel.

Otro caso a destacar es el de un grupo español que se dio cuenta de que no había posibilidad de saber la pureza de los aceites de oliva. “Ellos dijeron: ¿por qué no le enseñamos a la bacteria a decir que reaccione cuando se esté en presencia de un aceite virgen?”, dice Espinoza, quien finalmente destaca a un equipo de escolares mexicanos, quienes el año 2012 crearon un bioinsecticida degradable que tuvo notables resultados en el combate al gusano blanco que ataca las plantaciones de papas.

Patricio Manque | Director del Centro de Genómica y Bioinformática. U. Mayor

Patricio Manque | Director del Centro de Genómica y Bioinformática. U. Mayor

IGEM Mundial

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