Tras el derrocamiento del Presidente Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973, una de las primeras acciones que realizó la Junta Militar liderada por el General Augusto Pinochet fue eliminar todo rastro histórico del ex mandatario y de la bibliografía de los postulados marxistas en los que se basó para gobernar.

Se quemaron libros, periódicos y revistas de la época, se silenciaron radioemisoras, se silenciaron artistas afines a la unidad popular y así la generación que nació en 1973, debió vivir en una burbuja comunicacional apoyada por los medios de “incomunicación” que fueron partidarios del gobierno militar.

Personalmente nunca supe la tendencia política de mi madre, una ex funcionaria publica del sistema de salud de la época. Ante mis interrogatorios, ella se limitaba a responder con un “tranquilo hijo, la historia te responderá por si sola, dale tiempo al tiempo”.

Así nos criaron, con el temor por ejemplo de no andar “pateando cajas” en la calle porque podía ser una bomba, (cosa que aun no hago) o viendo como de un día para otro empezaron a tapar los orificios que tenían los postes de luz porque allí los “terroristas” podían poner explosivos.

Lo peor es que lo asumíamos como “normal”.

A diferencia de lo que dijo el alumno del 4º medio F del Instituto Nacional, Benjamin González, en su discurso de licenciatura el año 2012 y que cito textual “haciendo el experimento que yo sólo sepa lo que me han pasado en el colegio y nada más, no sabría quién fue Augusto Pinochet en la historia de Chile”… a nosotros, la generación del 73, nos pasó todo lo contrario.

De no ser por el “Bigote Sanhueza” el “profe” de historia que se atrevía a contarnos algunas cosas a escondidas; de no ser porque tenia un compañero de curso del mismo apellido que el ex Presidente, quizás nunca hubiésemos sabido en profundidad quien había sido Salvador Allende. De hecho el pobre “Pato” Allende vivía atemorizado y victima de burlas (hoy bullying en palabras mas bonitas) por tener el apellido del ex mandatario.

Esa generación del 73’ fue especial, distinta, porque nos bombardearon con cuequitas y tonadas de patrones de fundo haciéndonos creer que escuchar todo lo que tenia relación con zampoñas y quenas era casi un pecado mortal.

Nos acribillaron con comerciales de televisión y promesas de bicicletas para todos (aun recuerdo un huasito en bicicleta paseando por una arboleda en la tele. Por cierto, bicicleta que nunca llegó a mi casa).

Nos hicieron pensar que las autoridades eran casi como estrellas de rock, de esos artistas que veíamos solo por la tele que se encendía con un alicates y en blanco y negro (aún recuerdo cuando nos sacaron de la escuela con un pañuelito blanco para saludar a Pinochet. Pasó en un auto y solo le vimos la mano cuando saludaba)

Nos hicieron creer en una seguridad ficticia, porque al fin de cuentas si bien podíamos estar jugando en las calles hasta la madrugada sin temor a la delincuencia, afuera de esa burbuja, solo un poco mas allá de nuestras narices, otros compatriotas estaban viviendo todo lo contrario

A pesar de eso, aun habemos muchos que tenemos sentimientos encontrados de esa época porque al menos en mí, todavía retumban la palabras que escuché cientos de veces “si los matan es por algo”. El problema es que aun nadie me ha explicado se si ese “algo” fue bueno o malo, o si ese “algo” fue en realidad tan malo como para merecer la muerte.

Con la irrupción de Internet, poco a poco comenzaron a hacerse públicos los audios escondidos, la prensa silenciada, las revistas y periódicos ocultos, las “imágenes prohibidas” y coincidentemente, mientras mas se conoce de esos años, como activados mecánicamente, comienzan ahora, algunos, de uno u otro lado a hacer sus propios mea-culpas, esos arrepentimientos ¿pudieron hacerse antes?, o será que a la luz de las evidencias ¿no les quedó otra alternativa?.

Quizás no lo merecemos, pero humildemente ¿a nosotros, a esa generación del 73’, quien nos va a pedir perdón por habernos engañado de esa manera?

Creo y sin temor a equivocarme, que la gran respuesta que aun esperamos es que alguien nos explique en que momento se quiebra la institucionalidad del gobierno de Allende para dar paso al Golpe; en qué momento un Gobierno Militar se transforma en Dictadura; en qué momento algunos de “esos valientes soldados que habéis sido de Chile el sostén”, cruzaron la línea y se transformaron en torturadores y asesinos.

La dictadura intentó borrar todo rastro de la Unidad Popular, y según publicó The Clinic, se cambiaron nombres de calles y pasajes en varias ciudades de Chile incluyendo Santiago, lo que generço polçemica recordemos por el cambio de nombre de 11 de septiembre a “Nueva Providencia” en la Región Metropolitana.

Pero resulta que:

“Según los planos de Publiguías aparte de los 9 pasajes, 23 calles y 5 avenidas “11 de Septiembre” [...] una decena de “Almirante José Toribio Merino” y otras cuantas “General César Mendoza”. Todas ellas en honor a los miembros de la Junta Militar.

También existe una calle Pinochet en Cauquenes -a secas, la única que podría tener algo que ver con el dictador – y una calle de 5 cuadras llamada “Lucía Hiriart de Pinochet” en Talca.

En Linares, existe una plazoleta “Capitán General Augusto Pinochet” y un monumento erigido en la ciudad de La Junta (en Aysén) por la construcción de la Carretera Austral y la estatua a José Toribio Merino en la Avenida de los Marinos Ilustres, en el frontis del Museo Naval y Marítimo de Valparaíso y en Santiago, en plena Alameda se encuentra el monumento a los héroes caídos de Carabineros en honor a César Mendoza”.

A propósito de monumentos, el 11 de junio de 1994 se aprobó la Ley 19.311 que autorizó tres monumentos en igual numero de ciudades, Punta Arenas, Santiago y Valparaíso, todos además con aportes ciudadanos. A 19 años, en Valparaíso aun no se concreta según dijo el centro Cultural “Salvador Allende – Gap” de Valparaíso. De ahí nació la iniciativa de – simbólicamente – colocar la primera piedra del futuro monumento al ex Presidente, como una forma de enviar un mensaje al Congreso para que agilice la creación de una comisión que trabaje en cumplir la Ley – dijeron.

Mientras tanto alrededor del mundo, en lugares casi inimaginables, la figura de Salvador Allende, se reconoce, en monumentos, estatuas, bustos, barrios, calles y hasta en un barco según rescató una publicación de BBC.

Probablemente pasarán otros 40 años para que Pinochet, el Dictador, tenga una estatua. Y lo que para nosotros hoy puede ser motivo de divisiones esperemos que para las fueras generaciones sea algo normal, tal como para nosotros es normal ver estatuas, monumentos o calles de O’Higgins, González Videla, Montt, u otros gobernantes que fueron también dictatoriales.

Francisco Javier R. Ovalle Reinoso
Radio Bío Bío de Valparaíso

Francisco Ovalle

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