Los 40 años del Golpe de Estado remecen Chile. El cuestionamiento de fondo, si quiere simplificarse, es cómo hubo chilenos que respaldaron la dictadura sabiendo de las brutalidades que perpetraba.

El sábado, en entrevista con el diario La Tercera, el presidente Sebastián Piñera habló de los “cómplices pasivos” de la tiranía. Los civiles que sabiendo de las violaciones a los derechos humanos, subordinaron esos derechos a un proyecto que les confería el poder político.

Piñera tiene algo a su favor. No fue un sostenedor del régimen de Pinochet y votó NO en los plebiscitos del 80 y el 88. Eso marca una gran diferencia con los clásicos líderes de la derecha que siguen ligados a la dictadura..

En ese sentido, Sebastián Piñera debiera ser un activo para la derecha. Llegó a La Moneda quizás por eso mismo: era de derecha pero no pinochetista. Ofrecía, finalmente, un espacio decente a muchos que se sienten de derecha pero que rechazan la tiranía de Pinochet.

Leyendo esa entrevista a Piñera, es inevitable pensar en Jaime Guzmán, el gran sostendor y, finalmente, el gran cómplice desde la civilidad de la dictadura.

Si Piñera puede transformarse en símbolo de una derecha que se aparta de la tiranía, Guzmán es justo lo contrario.

Quizás si esa diferencia tan severa explica los problemas que ha tenido ese sector en levantar un proyecto de continuidad del actual gobierno y encontrar una figura que exprese, sin asomo de dudas, una opción ideológica de derecha y de rechazo al pinochestismo.