El sacerdote John O’Reilly fue formalizado esta jornada. La Fiscalía lo acusa de abusos sexuales contra dos menores del Colegio Cumbres.

Lo primero que hay que decir es que el cura es inocente mientras no se pruebe lo contario.

Pero este caso sirve para ver cómo se ha ordenado nuestra sociedad, cómo predomina su verticalidad por sobre la horizontalidad, que es lo democrático.

El domingo recién pasado, se pagaron dos inserciones en El Mercurio y La Tercera en la que poco más de mil personas adherían a una declaración respaldando a O’Reilly, a propósito de esta formalización.

Los firmantes eran, casi en su totalidad, miembros de la élite socioeconómica de nuestro país.

Si muchas veces se alega que en los tribunales, en la justicia, se verifican presiones políticas o presiones económicas, lo del domingo podría calificar como una “presión social”: la presión de los que mandan, de los que estiman que, en el fondo, la justicia es un buen instrumento para disciplinar a la plebe, pero que no debiera tocarlos a ellos.