Aún no terminan por esclarecerse los hechos que se remontan al 17 de junio de 2012, día en que murió el sargento chileno de misión en Haití, Guillermo Arévalo, producto del impacto de 6 proyectiles balísticos.

Ahora, el sumario indicado por la Cancillería para consignar la posible participación y responsabilidad de funcionarios de la cartera en el crimen, determinó una sanción para el cónsul chileno Diego Rivera, miembro de la representación chilena en la nación centroamericana al momento del fallecimiento del uniformado.

El diplomático recibió una multa del 5% de su remuneración mensual por infringir obligaciones administrativas, reporta Emol, en la que se alza como la primera amonestación efectiva del caso.

Según la documentación a la que tuvo acceso el portal, Rivera no respetó el artículo que delimita la conducta de los funcionarios diplomáticos, el cual declara que: “Serán obligaciones de cada funcionario observar una vida social acorde con la dignidad del cargo”. Lo anterior, producto de su concurrencia a los bares de Puerto Príncipe ‘Yet Set’ y ‘Barak’, no recomendados, y donde también se encontraba el sargento primero perecido.

Otra sanción contra el cónsul se refiere a que, “sin el conocimiento y, por tanto, sin autorización de (Mauricio) Leone (embajador de Chile en Haití)”, realizó declaraciones a los medios de comunicación una vez confirmado el crimen, lo que constituye una violación a las instrucciones generales del Cuerpo Diplomático.

La investigación asimismo indica que Rivera omitió y entregó información errónea en las primeras indagaciones del fatal acontecimiento, cuando no dio cuenta a la embajada de una llamada telefónica del carabinero Jorge Oyarzo que revelaba el asesinato, y, a su vez, realizó una descripción inexacta ante la Fiscalía sobre las calles que recorrió para intentar asistir al sargento Guillermo Arévalo, que se mantuvo agónico al interior de su vehículo.

A la hora de replicar el sumario, Rivera declaró que “se pretende reprocharme por las eventuales faltas menores en las que pudiese haber incurrido producto del estrés post traumático al que me he visto expuesto precisamente por los hechos vividos esa madrugada y que derivaron en la muerte de mi amigo, el sargento de la armada Guillermo Arévalo”, en circunstancias que no se le prestó “ninguna asistencia psicológica, consejo espiritual o profesional hasta la fecha” luego del incidente.