La comunidad internacional condenó unánimemente este miércoles el sangriento desalojo de los partidarios del presidente derrocado Mohamed Mursi en El Cairo, que dejó al menos 278 muertos, mientras Washington pide elecciones en Egipto y París recurre a la ONU.

El secretario de Estado estadounidense, John Kerry, que deploró estos hechos “lamentables”, instó al gobierno interino y al ejército a que “impidan ulterior violencia” y “propongan opciones constructivas, entre ellas la reforma de la Constitución y la organización de elecciones legislativas y presidenciales”.

La represión del miércoles es un “grave golpe a la reconciliación y a las esperanzas del pueblo egipcio de una transición democrática”, dijo Kerry, que no habló de la asistencia militar anual de 1.300 millones de dólares que Estados Unidos otorga al ejército egipcio.

Francia pidió también el “fin inmediato de la represión” en Egipto y anunció que recurrirá al secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, y a sus principales socios para que “adopten urgentemente” una posición internacional en este sentido.

Un poco antes, el primer ministro turco, el islamista conservador Recep Tayyip Erdogan, también había instado a “la comunidad internacional, junto al Consejo de Seguridad de la ONU y la Liga Árabe” que “actúen inmediatamente para detener la masacre”.

En un comunicado, Erdogan subrayó este miércoles que la actitud conciliadora de la comunidad internacional tras el golpe militar que derrocó a Mursi el 3 de julio sólo ha servido para “alentar al actual gobierno a intervenir”.

En total, al menos 235 civiles y 43 policías perdieron la vida en los disturbios, según las autoridades.

Pero el balance puede ser mucho peor, ya que un periodista de la AFP contó 124 cadáveres solo en la plaza de Rabaa al Adawiya, cuartel general de los partidarios de Mursi en El Cairo.

El presidente turco, Abdulá Gul, también denunció “la intervención militar contra los civiles que se manifiestan” y comparó la situación en Egipto con la de Siria en 2011, cuando empezó la revuelta contra el régimen que degeneró en guerra civil.

En Gaza, el movimiento palestino Hamás condenó la “terrible masacre” así como Teherán, que habló de “la posibilidad de una guerra civil” en Egipto.

Catar, el principal apoyo de los Hermanos Musulmanes, el movimiento de Mursi, denunció “vigorosamente” la intervención de la policía contra “manifestantes pacíficos”.

El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, deploró que “las autoridades egipcias hayan decidido utilizar la fuerza” contra los manifestantes y pidió a “todos los egipcios que concentren sus esfuerzos en la promoción de una reconciliación sin exclusiones”, según su portavoz.

Llamados a la prudencia

En la mayoría de los países occidentales, que prácticamente permanecieron callados a raíz del derrocamiento el 3 de julio de Mursi, el primer presidente democráticamente electo en Egipto, se han multiplicado en cambio los llamados a la contención.

Hasta ahora, Washington ha evitado usar el término “golpe de Estado” para no verse obligado a cortar la ayuda militar a Egipto.

En Moscú, el ministerio ruso de Relaciones Exteriores pidió a “todas las fuerzas políticas” “contención” y “sangre fría” para evitar una nueva escalada de tensiones y más víctimas.

La jefa de la diplomacia de la Unión Europea, Catherine Ashton, pidió “la máxima moderación posible” y que los egipcios “eviten nuevas provocaciones”, mientras el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, consideró que las muertes en El Cairo “no son aceptables”.

El jefe de la diplomacia británica, William Hague, dijo estar “profundamente preocupado por la escalada de violencia en Egipto”.

En los países occidentales, donde la destitución y el arresto de Mursi en julio no suscitaron muchas críticas, la condena fue más moderada.

Para Suecia, la “principal responsabilidad” de la “masacre” recae en el régimen, aseguró el ministro de Relaciones Exteriores, Carl Bildt.