La mala imagen de Michael Jackson durante sus últimos años de vida lo privó de patrocinio para el que sería su espectáculo final a pesar de la venta récord de entradas para los shows, aseguró el lunes un testigo ante la justicia estadounidense.

Eric Briggs, responsable de la consultora FTI Consulting, dio inicio a la semana número 14 del proceso judicial que enfrenta a la familia Jackson con el grupo AEG, promotor del último espectáculo de la estrella.

Los hijos y la madre del cantante, Katherine, demandan a AEG por negligencia, argumentando que actuó a la ligera al confiar la salud del rey del pop al doctor Conrad Murray, que actualmente cumple una pena de cuatro años de prisión por homicidio involuntario.

La familia reclama a la compañía 1.500 millones de dólares en daños e intereses, un estimado de los beneficios que podría generar Jackson si se encontrara vivo, cifra presentada por uno de los testigos de la acusación.

Sin embargo, Briggs, testigo de la defensa, contradijo esta posición el lunes frente a una corte de Los Angeles, subrayando que la imagen del cantante se había deteriorado tanto los años previos a su muerte (el 25 de junio de 2009) que ninguna compañía quería patrocinar su último espectáculo.

No obstante, las entradas para los 50 conciertos londinenses del espectáculo “This is it”, que debía marcar su gran retorno al escenario y que tendrían lugar cuando falleció, se agotaron en cuestión de horas.

“Las grandes marcas aprecian a los artistas que pueden ser grandes intérpretes, pero esto no quiere decir que necesariamente quieran asociar sus nombres a los suyos”, aseguró Briggs.

Según él, la imagen de Jackson había tenido un repunte en los años ’90, pero luego caído a su nivel más bajo en 2003 por “múltiples razones”, especialmente las acusaciones de pedofilia.

Para las grandes empresas, Jackson era una figura riesgosa por las revelaciones que pudieran surgir, y “a las marcas no les gustan las sorpresas”, según Briggs.

Michael Jackson murió a los 50 años por una sobredosis de propofol, un anestésico poderoso que utilizaba con la complicidad de Murray para dormir.