El papa Francisco reclamó la inclusión social de los marginados al visitar este jueves una favela de Rio de Janeiro, y urgió a los jóvenes a no desanimarse ante la corrupción rampante en Brasil, sacudido recientemente por masivas protestas.

El papa caminó por las calles de Varginha, una favela gris y plana, entre miles de personas exultantes, saludó y conversó con muchas de ellas, se puso una corona de flores que le regalaron, bendijo el nuevo altar de la humilde parroquia aún en construcción, y entró en una de las casas de este lugar.

Desde el techo de una precaria vivienda frente al enlodado campo de fútbol, afirmó que la “pacificación” de las favelas de Rio, emprendida hace cinco años por el Estado para arrebatar su control a narcotraficantes y milicias parapoliciales, no durará si la sociedad brasileña margina a sus pobres.

“Ningún esfuerzo de ‘pacificación’ será duradero, ni habrá armonía y felicidad para una sociedad que ignora, que margina y abandona en la periferia una parte de sí misma”, dijo el papa ante unas 25.000 personas.

“Una sociedad así, simplemente se empobrece a sí misma; más aún, pierde algo que es esencial para ella”, añadió.

Al mismo tiempo, reconoció los esfuerzos de inclusión social en Brasil, que en los últimos 10 años, durante los gobiernos de Luiz Inacio Lula da Silva (2003-2010) y su sucesora Dilma Rousseff, ha integrado a la clase media a 40 millones de personas.

El primer papa latinoamericano urgió asimismo a los jóvenes “y a todos” no perder la esperanza frente a la corrupción, un mal que carcome a Brasil desde hace décadas.

“Queridos jóvenes, ustedes tienen una especial sensibilidad ante la injusticia, pero a menudo se sienten defraudados por los casos de corrupción, por las personas que, en lugar de buscar el bien común, persiguen su propio interés”, dijo.

“A ustedes y todos les repito: nunca se desanimen, no pierdan la confianza, no dejen que la esperanza se apague”, añadió.

Hartos de la corrupción arraigada en la clase política, sobre todo en el Congreso, donde hay muchos legisladores acusados y condenados por graves delitos, más de un millón de brasileños -en su mayoría jóvenes- se volcaron a las calles de todo el país en junio.

El discurso del papa en la favela, en portugués, fue llano y estuvo salpicado de humor e improvisaciones.

“Habría querido llamar a cada puerta, decir ‘buenos días’, pedir un vaso de agua fresca, tomar un ‘cafezinho’. ¡Y no un vaso de cachaça (licor de caña de azúcar)!”, dijo entre risas.

Emocionada, Maria Luisa Dos Santos Penha, que recibió a Francisco en su modesta casa este jueves, dijo que la visita del pontífice fue “el mejor regalo de mi vida”.

Francisco busca revitalizar la Iglesia que atraviesa una crisis, sacudida por escándalos de corrupción y de pedofilia, así como por una sangría de fieles frente al ascenso de los evangélicos y del laicismo. Varginha, por ejemplo, tiene una sola iglesia católica y cuatro neopentecostales.

Rio de Janeiro tiene unas 750 favelas en las que vive casi un tercio de su población más pobre.