El Estado de Texas en Estados Unidos es uno de los que actualmente permite la pena de muerte. De hecho, en la cárcel de Huntsville, centro penitenciario con más ejecuciones en el país norteamericano, cada 22 días aproximadamente se acaba con la vida de un reo a través de una inyección letal.

El autodenominado “detective de ideas”, John Millward, compartió en su blog oficial una curiosa recopilación de las últimas palabras de 478 condenados a muerte, en su mayoría asesinos que pasan alrededor de 10 años esperando el día de su deceso programado.

Antes de morir, los ejecutados tienen derecho a unas últimas palabras que quedan registradas en informes que luego van al Departamento de Justicia Criminal de Texas y se pueden leer a través de internet.

A éstos precisamente accedió Wilward, quien en un análisis concluyó que las frases más comunes son: “Te quiero…”, “gracias por…”, “siento que…” y “me gustaría…”. Mientras, las palabras más usadas son amor, familia, gracias, perdón y Dios. Además, el promedio de edad de los ejecutados es de 39 y el costo por cada interno liquidado es de 2,3 millones de dólares, el triple que el encarcelamiento por 40 años.

En el recuento aparecen algunas como la de Michael Sidala, muerto en febrero de 2010 por matar a un hombre y luego violar y asesinar a la mujer de éste. “Sólo pido que la familia me perdone. No sé por qué lo hice. No entiendo por qué lo hice. Espero que puedan vivir sus vidas sin odio”, señaló antes de perecer.

Pero no todas las citas son emotivas. Hay quienes se hicieron los “graciosos” hasta último minuto. J. Jackson, condenado por violar y asesinar a una niña de 13 años dijo: “Pues no lo sé. Eh, no sé qué decir. No lo sé… Hola qué tal”.

Mientras, en un tono similar, R. Hernández, quien murió en enero de 2012 expresó: “¿Ya le diste? Voy a irme a dormir. Luego los veo a todos. Dios santo, cómo escuece esto”.

Aunque el más “bromista” de todos fue V. Gutiérrez, ejecutado por matar a un hombre, señaló: “¿Dónde está mi doble de cuerpo cuando lo necesito?”.

Lo cierto es que el debate por la pena de muerte sigue latente en el mundo, sobretodo porque numerosos estudios y expertos afirman que esta condena no reduce el número de asesinatos.