En una clase del norte de Tailandia, unos alumnos deslizan sus dedos sobre pantallas táctiles. Al igual que ellos, 850.000 escolares utilizan esos dispositivos, que buscan mejorar un sistema educativo cuestionado, aunque muchos dudan de la pertinencia de un programa que pronto será generalizado.

En la escuela Ban San Kong de Mae Chan, en la provincia de Chiang Rai, 90 niños del primer curso de primaria recibieron gratuitamente el año pasado este nuevo aparato electrónico, en el marco de la iniciativa “una tablet por niño” prometida por el gobierno durante la campaña electoral de 2011.

Los pequeños han pasado de curso y con ellos, la tableta.

Con los auriculares puestos, durante una hora uno canta (desafinando) canciones en inglés, otro mira un dibujo animado sobre el reverenciado rey Bhumibol, otro hace un juego matemático. Como el año lectivo acaba de comenzar, se dedican a “revisar” las lecciones del año pasado porque los nuevos contenidos todavía no han llegado.

La maestra todavía no ha recibido formación y se muestra algo desamparada. “Tengo algunos conocimientos, utilizo un iPad en casa”, explica Siriporn Wichaipanid. Pero “si no entiendo, no puedo enseñarle a los niños”.

Una experiencia positiva

Para los maestros de este establecimiento rural, al que asisten mayoritariamente niños de la minoría akka, cuya lengua materna no es el tailandés, la experiencia está resultado positiva.

“Los alumnos no hablan bien el tailandés pero cuando tienen tabletas pueden escuchar los sonidos (…) y repetirlos”, explica Wannawadee Somdang, maestra de los niños el año pasado.

Pero este beneficio es limitado por el hecho de que sólo dos de los 90 alumnos del curso pueden llevarse su tableta a casa, donde a veces no hay electricidad y donde a veces los padres no saben nada de informática.

“No tienen wi-fi y a veces no es fácil para ellos cargar las baterías”, explica el director del centro, Uthai Moonmueangkham.

Pero el simple hecho de utilizar en clase este aparato fuera del alcance de los pobres es un progreso, considera. “Cuando el gobierno se las da (las tabletas), los niños tienen las mismas oportunidades que en las ciudades”.

“Reducir la brecha educativa” entre la rica Bangkok y el campo profundo es uno de los objetivos del proyecto”, explica Surapol Navamavadhand, responsable del plan en el ministerio de Tecnologías de la Información.

De aquí a finales del 2014 los 13 millones de escolares del país recibirán tabletas de un costo aproximado de 100 dólares. El gobierno prevé cambiar las máquinas cada dos años.

Tailanda se atribuye el mayor programa del mundo en la materia y próximamente lanzará una licitación para la compra de 1,7 millones de tabletas adicionales.

“Demoler todo el sistema”

Pero muchos dudan de las ventajas pedagógicas de estos bellos aparatos táctiles.

“La tableta es sólo un instrumento”, señala Jonghwi Park, responsable del programa Tecnologías de la información y la educación de la Unesco en Bangkok, que recuerda la necesaria integración de estos aparatos en el sistema educativo.

Las autoridades llevan adelante una “política en la urgencia y desorganizada” en un sistema educativo que está “en coma”, considera por su parte Somphong Chitradub, especialista en educación de la Universidad Chulalongkorn de Bangkok.

Radical, el investigador recomienda “demoler todo el sistema” basado en clases “pasivas” y “repetitivas” y fundadas en el aprendizaje de memoria, lo cual considera, hace que la mayoría de los jóvenes tailandeses sean “incapaces de expresar sus opiniones”.

La encuesta de la la OCDE sobre educación corrobora esta pésima valoración. Mientras que en 2009 la mayoría de los países asiáticos se situaban en los primeros puestos a nivel educativo, Tailandia quedó 50 entre 65 países en comprensión escrita, matemáticas y ciencias.

Un resultado mediocre frente a otros países “concentrados en el proceso de reflexión”, reconoce Rangsan Maneelek, consejero del ministerio de Educación, quien está convencido de que las tabletas le permitirán a los niños “navegar por todo el mundo para encontrar fuentes de información y conocimientos”.

Algunos temen por la violencia y la pornografía que hay en Internet, pero otros subrayan la necesidad de que los niños evolucionen con el resto del mundo.

“Hay mucha prudencia y advertencias en nuestra generación”, señala Jonghwi Park, pero “para vivir en el siglo XXI uno de los conocimientos más importantes es saber utilizar esto”, agrega. “Sin estos conocimientos no podrán encontrar trabajo”.