El origami, el ancestral arte oriental del plegado de papel, avanza en su reconocimiento como expresión artística por derecho propio y duradera en Occidente con la próxima apertura de su primer museo en Europa y otro proyectado en América Latina.

Animales reales y fantásticos, figuras geométricas, paisajes, naves espaciales: el mundo del origami da lugar a excepcionales obras en las que muchas veces resulta imposible comprender que todo ha surgido de una hoja de papel sin cortes y sin pegamento.

Este fin de semana, unas 650 aficionados se dieron cita en la convención anual de OrigamiUSA, celebrada en el Instituto Tecnológico de la Moda en Nueva York, donde se exhibieron trabajos de algunos de los mejores origamistas del mundo y se brindaron talleres de aprendizaje.

“Tenemos gente de Japón, Corea, Inglaterra, España, Suiza, Francia. Este año por primera vez organizamos clases virtuales. Una el sábado desde Inglaterra y varias más el domingo”, explica a la AFP Jan Polish, de OrigamiUSA, en el gran hall que sirve de lugar de encuentro para la comunidad.

Uno de los dos invitados especiales de la convención es Jorge Pardo, director de la futura Escuela Museo de Origami de Zaragoza, que tiene previsto abrir sus puertas en diciembre próximo en esa ciudad del norte de España, sede de la asociación más antigua del mundo fundada en 1944.

“Llevamos muchos años atrás de este proyecto del museo. Se va a inaugurar en diciembre y será el primero de Europa”, cuenta Pardo, de 43 años y presidente del Grupo Zaragozano de Papiroflexia, la expresión en español para origami (en japonés “ori” significa plegado y “gami” papel).

Como ensayo se acaba de efectuar una gran muestra temporaria en el lugar que servirá de sede al museo y a la que asistieron 60.000 personas en tres meses, dice Pardo, especialista en “modulares” como su “Flexiball”, una esfera hueca y con aberturas creada a partir de varios papeles y con la que se puede formar diferentes figuras geométricas.

“La imaginación es el límite”

“Nosotros decimos que el universo es plano y está contenido en una hoja de papel cuadrada. Con el papel se puede hacer todo, el límite es la imaginación”, afirma este autodidacta que entró en el mundo del origami durante la Exposición Universal de Sevilla 1992 a través de las creaciones de Akira Yoshizawa, gran maestro japonés fallecido a los 94 años en 2005.

En la Escuela Museo de Zaragoza se exhibirán trabajos de maestros actuales como el japonés Satoshi Kamiya, los estadounidenses Robert J. Lang y Bernie Payton o el vietnamita Dinh Giang, varios de ellos expuestos este fin de semana en Nueva York.

Para Laura Rozenberg, miembro de OrigamiUSA y editora de la revista “The Paper” dedicada al origami, el museo en Zaragoza forma parte de un proceso que “apunta a generar espacios de exhibición permanentes para la masa crítica de trabajos excepcionales” acumulados.

En Tokio ya existe un museo, la Casa del Origami, pero en Occidente las muestras son temporarias.

La propia Rozenberg, una argentina que lleva más de 15 años en Estados Unidos, avanza en un proyecto de museo de origami en Colonia, Uruguay, cuya apertura prevé para 2014 y para el cual dice tener ya “una buena cantidad” de trabajos.

Jorge Pardo confirma a través de su experiencia que “en Sudamérica hay mucho movimiento” entre los amantes del origami, objeto de toda una tradición histórica en Argentina, por ejemplo.

Un arte milenario transformado por la informática

El arte de plegar papel para formar figuras remonta a la invención de este material en China en el siglo I o II de nuestra era y su llegada a Japón en el siglo VI.

El primer libro con instrucciones de plegado del que se tenga conocimiento, el “Senbazuru Orikata”, fue publicado en Japón en 1797.

Desde entonces este arte ha recorrido un largo camino, con una etapa moderna que se abrió en los años 1950 y se ha profundizado en las últimas décadas con el auge de la informática e internet, señala Rozenberg.

“En los años 50 empezaron a conectarse personas de distintos lugares del mundo, se enviaban cartas con modelos. Se establecen reglas internacionales y un código para representar los plegados”, recuerda esta bióloga y periodista, destacando el rol de Akira Yoshizawa.

Los origamistas se dividen entre los “puristas”, que trabajan a partir de un “cuadrado de papel sin cortes ni pegamento”, y otros más flexibles que utilizan papeles rectangulares o con cortes.

El ordenador ha sumado un nuevo dilema, ya que ciertos artistas recurren a programas informáticos para diseñar sus creaciones.

“Ésta es una nueva etapa entre plegados que van a lo súper complejo y otros que quieren volver a lo simple sin perder la originalidad”, sostiene.

Es también la tecnología la que ha abierto nuevos horizontes insospechados para el origami, como su colaboración con la ciencia a partir de plegados para aplicar de trabajos de ingeniería.

A esto se suman utilizaciones aún por explotar, como la terapia ocupacional y de rehabilitación, además de su más divulgado e histórico papel pedagógico en el desarrollo de la inteligencia de los niños a partir de los trabajos manuales.

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