Más de alguna vez ha aplaudido algún espectáculo sin analizar si merecía o no su muestra de aprobación. Un acto común que hoy los científicos explican como un “contagio”.

Al igual que los bostezos, el sonido de los aplausos en un grupo de personas son muy contagiosos, dejando poco espacio a la decisión individual de repetir esa reacción.

Así lo determinaron investigadores de la Universidad de Uppsala en Suecia, quienes grabaron a escondidas a un grupo de estudiantes que asistían a una presentación, según publicó BBC Mundo.

A través de un cálculo matemático, comprobaron que la gran mayoría no hacía una elección independiente al momento de aplaudir, en base a su valoración de lo que presenciaban. Más bien cedieron a la presión social de su entorno inmediato, acrecentada por el ruido de los aplausos.