En el mítico Maracaná, el templo del fútbol brasileño, Mario Balotelli salió arropado de aplausos y vítores: más allá de su indiscutible talento, el carisma del nuevo ‘chico malo’ de la selección italiana está conquistando su propia hinchada en la Copa FIFA Confederaciones.

Anotó el gol que selló la victoria de Italia 2-1 en su debut en el torneo ante México. A los 78, el mediocampista Emanuele Giaccherini puso un pase de volea al área que Balotelli alcanzó, dejando atrás a tres zagueros, y remató al arco en el medio antes de caer.

Un golazo “con fortaleza, temperamento y decisión”, calificó su entrenador Cesare Prandelli.

Ocho minutos después del tanto, fue sustituido por Alberto Gilardino y el estadio, compuesto por un público en su mayoría carioca (76%), se cayó en aplausos para el ‘Súper Mario.

El público quedó prendado porque en el comienzo del mismo partido de glorias, el ’9′ de 22 años se llevó algunos abucheos, aunque sin la intensidad de los aplausos.

“No me di cuenta de eso, me di cuenta de lo concentrado y motivado que estuvo durante el partido”, reparó el técnico.

¿El nuevo Cassano?

Las muecas, la simpatía, los reclamos, las expulsiones, las tarjetas. Balotelli es rebelde, polémico, algo que el hincha adora y hasta a veces promueve.

Así, pareciera que el ’9′ quiere ocupar la pocisión que alguna vez tuvo Antonio Cassano, fuera de ‘La Nazionale’ desde la Eurocopa 2012.

En el juego del domingo, después de pedir un penal que el árbitro chileno Enrique Osses no concedió, lanzó uno de sus zapatos que se le había salido y luego lo pateó.

¿La respuesta de la gente? Corear su nombre. Es el amor al ‘chico malo’ como ocurre con otros ídolos mundiales.

Y aún está fresco el recuerdo de su expulsión en el 0-0 con República Checa por la eliminatoria mundialista europea, a principios de junio, o de su suspensión por tres partidos en abril por insultar a un árbitro asistente en la liga italiana.

En Praga, fúrico salió dando golpes y patadas a lo que se atravesaba en el túnel que lleva a los vestuarios.

Su vida privada siempre da para un titular en la prensa italiana: desde ser hallado fumando en el baño de un tren hasta el hecho de estacionar en doble fila en el aeropuerto de Milán.

“El fútbol te permite descargar tus frustraciones en el terreno de juego, y no fuera de él”, ha dicho Prandelli, que cree que “la gente quiere a Mario”.

El Maracaná por lo menos sí.

Balo-músculos

En el coliseo brasileño, el ‘Súper Mario’ exhibió sus músculos cual gladiador al terminar un duelo. Al anotar, Balotelli se quitó la camiseta y frente al público y las cámaras de televisión conmemoró abriendo los brazos para mostrar su pectoral definido.

Pero en fútbol, esta gracia cuesta una tarjeta amarilla y en su próximo choque, contra Japón, otra sanción podría costarle su participación en la semifinal.

“No sabía de la regla de las dos tarjetas amarillas, la próxima vez no lo hago más”, prometió el jugador.

En el vestuario, igual se lo toman con gracia: “ya conversé con Mario, le dije que a esta altura del partido ya todos conocen sus músculos muy bien y no necesita quitarse la camisa para conmemorar los goles”, bromeó el DT.

El próximo rival de Italia es Japón, el 19 de junio en Recife.

Víctima de racismo

Al igual que su compañero en el AC Milan Stephan El Shaarawy (20 años), Balotelli es de origen africano y un símbolo de los cambios en su país.

Los dos son las caras de la campaña contra el racismo organizada por la Federación Italiana de Fútbol (FIGC), cuyo lema es: “En el fútbol, el único color que cuenta es el de la camiseta”.

Procedente del Manchester City, donde también protagonizó actos de indisciplina y coleccionó innumerables multas de tránsito, Balotelli llegó al club ‘rossoneri’ en enero y en 13 partidos disputados anotó 12 goles y tuvo una contribución fundamental para que el club se clasificara a la previa de la ‘Champions’.

En Brasil, el país que alberga la población de negros más numerosa del mundo después de Nigeria, Balotelli puede estar tranquilo que no enfrentará los constantes coros racistas desde la tribuna como en la Serie A del fútbol italiano.

Hace un mes, un árbitro tuvo que interrumpir un partido de esa liga por unos minutos tras escuchar insultos en contra de Balotelli y el ghanés Kevin-Prince Boateng.

“Si soy objeto de cantos racistas nuevamente dejaré el gramado”, advirtió este joven futbolista, nacido en Palermo de inmigrantes ghaneses y adoptado por una familia italiana.

Y es muy capaz de hacerlo.