Sudáfrica esperaba este domingo con resignación noticias sobre la salud del ex presidente Nelson Mandela, hospitalizado el sábado en estado “grave” por una neumonía, y muchos de sus compatriotas expresaban el deseo de que pueda “partir” con “dignidad”.

El ícono de la lucha contra el apartheid, que cumplirá 95 años el 18 de julio, estaba en la portada de todos los diarios del domingo. Desde el anuncio de su hospitalización, en la madrugada del sábado, la presidencia todavía no ha dado ninguna información sobre su estado.

El sábado por la mañana el portavoz de la presidencia había indicado que sufría una recaída por su neumonía, y que su estado se había agravado por la noche a tal punto que necesitó su hospitalización.

“Es hora de dejarlo partir” titulaba en primera plana este domingo el diario Sunday Times, con una foto de un Mandela sonriente y saludando con la mano, en un gesto de adiós.

“Ahora la familia debe dejarlo para que Dios intervenga a su manera”, dijo al Sunday Times Andrew Mlangeni, un viejo amigo de Mandela, que resume una opinión ampliamente compartida en las redes sociales en las últimas horas.

“Diremos ‘Gracias, Dios, nos diste este hombre’ y también le dejaremos partir”, explicó Mlangeni.

En Twitter los llamados para dejar ir a Mandela se acumulaban: “¿Hay que rezar para que Tata Madiba vaya bien o para que Dios lo libere de sus sufrimientos? Creo que es hora de que lo dejemos ir”, escribió @_Porchez.

“Tata” (padre) y “Madiba” (el nombre de su clan) son dos maneras respetuosas y afectuosas de dirigirse a Mandela en Sudáfrica.

El periódico City Press titulaba por su parte con el llamado del presidente Jacob Zuma a rezar por Mandela, mientras el popular Sunday Sun escribe en su primera plana: “Mandela lucha por su vida”.

En Pretoria, varios periodistas y fotógrafos seguían congregados delante del hospital donde podría hallarse el premio Nobel de la Paz de 1993, aunque la presidencia no reveló el lugar donde está ingresado.

Mandela apareció debilitado en las últimas imágenes que se filtraron en abril, durante una visita a su domicilio de las más altas autoridades del país.

En esas imágenes se veía a un anciano sentado en un sillón, con las piernas cubiertas por una frazada. Su rostro parecía de cera y no expresaba ninguna emoción.

La última vez que Mandela fue hospitalizado fue a fines de marzo, durante diez días, también por una infección pulmonar, probablemente vinculada a las secuelas de una tuberculosis que contrajo durante su encarcelamiento en la isla-prisión de Robben Island, frente al Cabo.

Fue en esa prisión donde pasó 18 de los 27 años de detención en las mazmorras del régimen del apartheid, picando piedra en medio de una polvareda que dañó para siempre sus pulmones.

Mandela, que se retiró totalmente de la vida pública hace años, sigue siendo venerado por los sudafricanos por haber logrado evitar un estallido de violencia racial en la transición del régimen segregacionista hacia la democracia, instaurada en 1994.

Esta transición le valió el premio Nobel de la Paz en 1993, que compartió con el último presidente del apartheid, Frederik De Klerk,

El arzobispo Desmond Tutu, otra figura mayor de la lucha contra el apartheid y también premio Nobel de la Paz, lo calificó un día de “ícono mundial de la reconciliación”.