El vice primer ministro turco Bülent Arinç pidió el martes disculpas a los manifestantes heridos por la represión policial durante las protestas que desde hace cinco días agitan Turquía, pero también pidió que cesen inmediatamente las manifestaciones.

Al mismo tiempo, la pugna entre el primer ministro islamista turco Recep Tayyip Erdogan y decenas de miles de manifestantes, que ya ha causado la muerte de dos de ellos, se había intensificado en las calles de Turquía, donde este martes un sindicato de izquierda convocó un paro laboral de dos horas.

“Me disculpo ante quienes sufrieron la violencia por ser sensibles a las cuestiones ambientales”, dijo Arinç.

“Lo que hizo descontrolarse las cosas fue la utilización de gases lacrimógenos por parte de las fuerzas de seguridad, por una u otra razón, contra personas que tenían inicialmente exigencias legítimas”, añadió Arinç en una rueda de prensa en Ankara tras reunirse con el presidente Abdulá Gul.

Desde que se inició la movilización, Gul y Arinc, ambos del partido AKP de Erdogan, se han mostrado más conciliadores que el jefe de gobierno.

Erdogan proseguía este martes una gira por el norte de África. Desde Rabat, aseguró que la situación “se está calmando” en su país, a pesar del llamamiento a la huelga de la influyente Confederación de Sindicatos del Sector Público (KESK).

Según Erdogan, sus opositores se aprovecharon de los episodios en Estambul. “Al principio, los problemas con los árboles [que serían derribados para construir un centro comercial en Estambul] provocaron algunas protestas. Pero luego los manifestantes fueron controlados por personas que no han ganado las elecciones”, afirmó.

Tras una nueva noche de movilización y enfrentamientos en varias ciudades turcas, la KESK hizo un llamamiento a la huelga de dos horas este martes.

Desde el viernes, la protesta de un puñado de militantes de asociaciones contra la construcción de un centro comercial se extendió poco a poco al conjunto de Turquía.

Erdogan, acusado de autoritarismo, se enfrenta a un movimiento de protesta de una importancia inédita desde la llegada al poder del AKP en 2002.

“El terror ejercido por el Estado contra las manifestaciones totalmente pacíficas ocurrió de manera tal que amenaza la vida de civiles”, declaró la KESK, que afirma tener 240.000 afiliados. La brutalidad de la represión, añadió, “traduce la hostilidad contra la democracia” por parte del gobierno.

Un joven de 22 años murió el lunes en un hospital, con lo que ya son dos las víctimas de los enfrentamientos callejeros en el país. La autopsia no permitió confirmar que hubiera recibido un balazo, como habían indicado previamente las autoridades, afirmó el martes la fiscalía.

La policía turca volvió a utilizar el lunes gases lacrimógenos contra centenares de manifestantes opuestos a la política del islamista Partido de la Justicia y Desarrollo (AKP) de Erdogan, quienes lanzaban piedras en Ankara y Estambul, en el cuarto día consecutivo de protestas generalizadas.

En Estambul, miles de manifestantes volvieron a ocupar el lunes, por cuarta noche consecutiva, la plaza Taksim. “¡Tayyip, dimisión!”, gritaban.

La policía, en tanto, intervino enérgicamente para dispersar una manifestación con cientos de personas en el barrio de Besiktas, no muy lejos de las oficinas del primer ministro.

La policía también intervino violentamente en Ankara para desalojar a los manifestantes de la plaza Kizilay, que se ha convertido en epicentro de la protesta en la capital.

En Ginebra, la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, la sudafricana Navi Pillay, pidió que Turquía lleve a cabo una investigación rápida e independiente sobre el comportamiento de la policía.

Por su parte, la ministra de Relaciones Exteriores italiana dijo que Turquía tenía una “perspectiva europea”, pese a que su actual gobierno había recurrido a la fuerza de modo “desproporcionado”.