En Chile impactó fuerte, y está provocando ásperas discusiones, ese anuncio presidencial del 21 de mayo, de dar una propina de incentivo a las mujeres que parieran un tercer hijo. En realidad, la idea no surgió del singular ingenio del presidente Piñera. No. Piñera se apropió de una idea planteada en 2011 por el presidente de Rusia Dmitri Medvedev, quien estaba preocupado por la contracción de la población de su país, desde 288 millones 600 mil habitantes en 1989, a sólo 139 millones en 2001, según informe del Banco Mundial.

En Chile, por el contrario, la población está aumentando a una velocidad alarmante. En la última década la población creció en algo más de un millón y medio de habitantes, de 15.116.450, a 16.634.610. O sea, a un ritmo de aumento de 150 mil personas adicionales por año.

En el caso de Rusia, la preocupación estaba bien justificada, pues la natalidad era insuficiente para compensar la mortalidad natural. La relación es de 160 muertes naturales al año frente a sólo 105 nacimientos en el mismo período. Es decir, un fenómeno completamente distinto al de Chile.

Cuando el presidente Medvedev envió su proyecto al Parlamento, los diputados reaccionaron severamente. De hecho, tanto la oposición derechista como los comunistas calificaron el proyecto como una acción populista del gobierno, en la forma que llevaba. Por ello, lo modificaron en un cuerpo legal amplio y complejo que no se basaba en propinas o bonos populistas, típicos de la cercanía de elecciones.

Lo que finalmente se aprobó en Rusia fue una política de fuertes inversiones, particularmente en educación, sobre todo técnica e industrial, y un incremento enorme en el número de becas, más otros alicientes como un sistema de auxilio en vestuario y alimentos para cada uno de los hijos de las familias de ingresos insuficientes, además de seguros médicos durante todo el período estudiantil de los hijos.

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