¿Somos animales superiores? No, no es así, responde sonriente el científico Jesús Mosterín (Bilbao, 1941), Solo tenemos un 1 o un 1,5 de genes de nuestra especie, el resto lo compartimos con otros bichos que ya hemos sido: medusas, peces. Somos lo más transgénico de todo.

Transgénicos, es decir cultivos genéticamente modificados. Tema para arrugar la nariz. Aquí en la Europa Comunitaria es un tema que no tiene buena acogida. Pero en el planeta el fenómeno agrícola crece (como la mala hierba) aunque se multiplica bajo la dura sospecha de los efectos adversos que provoca y provocará en la gente.

Según los últimos datos, alcanzamos las 170 millones de hectáreas empleando nuevas técnicas de explotación. Los Estados Unidos están en primera fila y más atrás siguen Brasil, Argentina y Canadá. Es un promisorio mercado que dominan, sin contrapeso, seis grandes empresas, Bayer, Dupont, Monsanto, Syngenta, Dow Agro y BASF.

Cuando científicos independientes (los hay pero cada día son menos) se alarman y logran publicar, vocear, advertir de los peligros del transgénico llamando inclusive a un debate, inmediatamente se mueven los hilos del poder. En consecuencia quedan silenciados. Si no es así son desmentidos y atacados por los representantes de grandes intereses en juego. Un coro de abogados de primera línea y bien aceitados con dólares, euros o yenes, se encargará de borrar sus palabras y sacarlos de la circulación.

Iguales artimañas crecen en torno a otra enorme evidencia: el cambio climático. Es una larga y negra historia. Y todavía existen Gobiernos ¡y hasta universidades! que siguen ocultando los alcances de tantos fenómenos negativos mundiales. Detrás, vigilantes, para que se sepa lo menos posible, aparecen (de nuevo) las empresas multinacionales.

Son altas y conspicuas instituciones alimentarias o de laboratorios, siempre intocables, que, de uno u otro modo, juegan con la vida de los seres comunes y silvestres, o sea nosotros.

Cada día salen al baile nuevos datos del desastre. Los últimos: el nivel del dióxido de carbono en la atmósfera, el gas que más contribuye elevando el calentamiento global -en estos mismos momentos- ha llegado a su máximo. Dicho de otro modo: ya ha superado los límites. Es algo jamás visto en millones de años. Podría ser catastrófico. dijo Ralph Keeling, responsable de un instituto oceanográfico en San Diego (USA) y desde donde se mide el clima mundial y la evolución de las emisiones mortales.

El buen ciudadano de a pié, (mayoría) cree que a nivel personal, está frito. Que no puede ni podría hacer nada para mitigar, aliviar, detener esta ola terrible. Por lo tanto es mejor olvidarse del asunto. Cerrar los ojos. Pero esa es una postura falsa y para remate, insolidaria, mezquina y suicida.

Habitamos en un mismo buque: un planeta frágil y sobrepoblado. En este terreno medioambiental nos topamos, entre varias, con otra consecuencia: los crecientes desplazamientos. La Organización Internacional de las Migraciones OIM, ha estimado, en cifras bajas, que en el curso de los próximos 40 años, solo por cambio climático, habrá 200 millones de personas afectadas, yendo y viniendo buscando un lugar para respirar, trabajar y comer.

Mientras la calidad del aire sigue empeorando, las grandes urbes, principales afectadas, se enfrentan a fenómenos de urbanización, a crisis por falta de agua, a la desertificación, al empobrecimiento del entorno. En buenas (malas) cuentas una triste calidad de vida.

La Unión Europea estudia ahora misma un informe de la contaminación elaborado por la Organización Mundial de la Salud y aprobado por expertos de toda la Tierra. Conclusión: respiramos veneno puro.

Un dato nos liga a otro. Nuestra sangre hoy día contiene mas de 300 sustancias químicas sintéticas que no tenían nuestros abuelos. Entretanto el planeta ha perdido algo más de un 30 por ciento de su capacidad para lograr su regeneración.

¿Y si tocamos el tema del plástico? Con tanto uso y abuso este material ya entró, hace rato, en la cadena trófica. “Lo llevamos en el organismo en forma de disruptores endocrinos, además de estar presente en todos los océanos del mundo en una proporción escandalosa” dice el activista medioambiental, Manuel Maqueda. En los mares hay cien millones de toneladas de plástico en suspensión, una auténtica amenaza global.

Todos hemos oído hablar de extinciones masivas y su relación con los cambios climáticos. La última se registró hace unos 14 mil años. El 30% de la superficie terrestre perdió entonces la capa de hielo propia del último período glacial. Más adelante viene y deviene nuestra historia, la aparición y desarrollo de la civilización humana.

Ahora estamos en otro presente sobresaltado. Y entre los puntos negros hay uno peliagudo: somos demasiados y por tanto consumimos demasiado. En justicia hay que recordar, eso sí, que en materia de alimentos no todos consumen igual. Por lo bajo hay mil millones de seres humanos que sobreviven a media tripa, que pasan hambre.

Y mientras los recursos se van agotando regresan enfermedades infecciosas o aparecen otras bastante inquietantes, llamadas raras.

Los avances del conocimiento científicos son una garantía en la búsqueda de un mundo mejor y mas seguro. La educación dialogante, avanzada, sin trampas ni negociados, es un punto central. Entre los buenos vaticinios se contempla un necesario replanteamiento de nuestro sistema económico. Diremos mejor: es necesario ponerse en guardia. Las guerras no llevan sino a las peores barbaries. Una pandemia devastadora o la fusión de los casquetes polares penden encima de nuestras vidas.

Todavía es tiempo de elegir. La corrupción y mediocridad de los políticos, la presencia de grupos económicos ávidos, el fanatismo religioso o la indiferencia y la pasividad del ciudadano atosigado por el bullicio publicitario o futbolero, en buenas cuentas la vida banal, nos llevará, sin contrapeso cuesta abajo en la rodada.

Volvamos a la pregunta inicial en esta crónica (la del científico Mosterín) ¿somos animales superiores? He aquí una modesta respuesta. Según y como y además, de usted depende.

Oscar “El Monstruo” Vega

Periodista, escritor, corresponsal, reportero, editor, director e incluso repartidor de periódicos.

Se inició en El Sur y La Discusión, para continuar en La Nación, Fortin Mapocho, La Época, Ercilla y Cauce.

Actualmente reside en Portugal.