De vivir en un campamento pasaron a pisar terreno conocido, sus propias casas. Son parte de las miles de familias que recibieron sus viviendas definitivas tras resistir la incomodidad y la precariedad de las aldeas de emergencia.

Alejandro Ibáñez es casado y tiene dos hijos. Hace cuatro meses decidió trasladar su familia a la casa que hace poco le había sido entregada a su padre, de ya avanzada edad, para acompañarlo y pasar el invierno en mejores condiciones.

Su vivienda, la que desapareció tras el maremoto de 2010, recién podría estar lista en septiembre de este año.

Pero la lluvia de esta semana le demostró que no tomó la mejor decisión, aseguró.

Afirmar que preferiría volver a la aldea no parece una frase casual. Y es que el agua, con los fuertes vientos, se filtró por los marcos de todas las ventanas y puertas, obligándolo a mover rápidamente los enseres que poco a poco ha ido juntando, y evitar las filtraciones con toallas y frazadas.

Así como le ocurrió a Alejandro, también le pasó a otras familias del sector Santa Clara de Talcahuano. Las primeras lluvias del invierno provocando pérdidas materiales, las primeras y ya una empresa constructora no se hace cargo de los daños ni de solucionar los problemas estructurales para evitar nuevos eventos como este.