Muchos mercados en el mundo son un foco central en la identidad y desarrollo de importantes ciudades. El de Concepción tenía todo para ello. Pero hoy se ha quemado, o lo han quemado. Y con eso se hace aún más difícil que llegue a tener un rol protagónico en la ciudad.

Desde hace un par de décadas grandes mercados han estado volviendo a ocupar un lugar central en muchas grandes ciudades, como parte fundamental de la identidad de esas comunidades; atracción importante de turistas y foco de encuentro e intercambio de culturas diversas.

Uno de los casos más notables es el de Barcelona, con una remodelación que no sólo ha servido para difundir y promover la ciudad –con cientos de publicaciones en todo el mundo-, también ha revitalizado fuertemente el barrio y es un ejemplo por su arquitectura.

Otros mercados no han perdido nunca su importancia, como el de Ciudad de México, un gigante donde se vende de todo –desde hojas de plátano a santería, incluyendo algunas figuras ligadas al narcotráfico- y en cantidades impresionantes.

En Chile hay al menos dos casos destacables: el Mercado de Temuco, que luego de su remodelación se transformó en un gran atractivo turístico, y el de Santiago, elegido hace poco entre los mejores del mundo y un destino casi seguro de los turistas por su arquitectura y gastronomía.

¿Y en Concepción qué?

El Mercado de Concepción se construyó luego del gran terremoto de 1939 –que destruyó casi completamente Chillán y afectó fuertemente a la capital de la región del Bío Bío-, siendo sus arquitectos Tibor Weiner, profesional húngaro formado en Moscú en las líneas Modernista y Vanguardistas, y Ricardo Muller en 1940.

El recinto es una arquitectura pública única en el país al materializar un ideal de las vanguardias de esa época: grandes luces gracias a tecnologías de avanzada para la época y la idea de modernidad ya no dada por la estética de los grandes trasatlánticos (comodidad y elegancia, propia de gran parte de las construcciones de la época de la ciudad) sino de los hangares usados por la aviación (modernidad, desarrollo y pujanza).

El resultado fue un gran espacio de un volumen gigantesco, noble y austero. Un edificio con una capacidad de recuerdo importante, en especial por ser único en el país, comparable a la Estación Mapocho, pero con una sencillez y “limpieza” en el diseño que lo hacen destacar.

El Mercado Central de Concepción en la memoria penquista

En el Mercado se pueden encontrar changles, merkén de distintos tipos y avellanas tostadas de manera artesanal. O harina de avellanas para hacer dulces con manjar. Y antes estaban los embutidos de Pierino. Tantos puestos y tanta historia que hablan de una ciudad pujante y diversa que tenía un gran espacio público para el intercambio donde se juntaban modernidad y desarrollo con la diversidad del mundo rural y de la pesca artesanal que no sólo se mostraba en los productos sino también en la forma, en los gritos, para promoverlos.

Muchas son las razones y explicaciones que se pueden dar para tratar de entender a la situación que se ha llegado hoy. Posiblemente todas tengan algo de razón. Lo inexplicable es que Concepción tenga una manzana, a una cuadra de la Plaza de Armas con una arquitectura notable que tiene todas las condiciones para ser Monumento Nacional, semi abandonada y que se ha quemado en dudosas circunstancias. En especial en consideración a lo que pasó con la Vega Monumental cuando se construyó y lo que ha pasado con tantos edificios patrimoniales.

*Para mayor información consultar El Gigante olvidado de Hernán Barría Chateau.
*Sobre mercados, María Elena Ducci ha investigado la Vega de Santiago y muchos casos nacionales y extranjeros.