Loro Coirón es un francés apasionado, amable, acogedor y loco, porque crea en forma desenfrenada grabados y grabados y grabados de todos los tamaños, algunos monumentales de más de 100 metros cuadrados.

Es un francés enamorado de Valparaíso. De un Valparaíso Patrimonio de la Humanidad por las formas de vida que acoge, que permite y que cultiva –y no sólo por su arquitectura y su larga y rica historia-, formas de vida que el captura de manera notable en sus cientos y miles de grabados que ya son parte del Patrimonio y de la imaginería ya íntimamente ligada a este “puerto principal”.

Esta obra descomunal sólo es posible con amor, pasión y una energía inagotable -y envidiable-, pero que en su caso se ha unido a otros grandes valores: desarrollar una obra popular, accesible a todos, que genera empatía con muchos, pero que además se centra en los habitantes del puerto, en las actividades y las formas de vida que en él se desarrollan, generando un registro invaluable.

Loro Coirón además –siendo un extranjero avecindado en Valparaíso por largos períodos cada año- se ha insertado en una corriente del grabado que fue fuerte e importante en el país, en la que están Hermosilla, Rafael Ampuero, Santos Chávez y Lobos, entre otros. Artistas que desarrollaron un arte popular, masivo, destinado a todos. Una corriente que ha tenido algunos seguidores, en particular en Valparaíso y Concepción –además de algunos artistas en Santiago-, muchos de ellos exhibiendo sus obras en ferias o en la calle.

Loro Coirón reivindica y dignifica la vida del Puerto –aunque muchos frunzan el ceño-, el Arte y lo Popular, instalándose como una referencia importante en la escena nacional.

Loro Coirón, con todo lo anterior y sus implicancias, inaugura hoy en el Museo Nacional de Bellas Artes. Un nuevo gran logro para él, su obra y lo que significan.

Comunicado de prensa

La exhibición está compuesta en su mayoría por obras en papel, algunas de gran formato (murales que llegan hasta los 10 metros de largo), además de bocetos, fotografías de procesos, modos de trabajo, algunas piezas audiovisuales y dos tapices hechos en colaboración con Luz Méndez Pereira.


Además, explora su relación con el mundo popular, puesta en evidencia en la muestra a través de la exhibición de algunas láminas de la Lira Popular, prestadas por la Biblioteca Nacional para esta ocasión.


“Es sorprendente como después de cien años que Rodolfo Lenz descubriera y coleccionara las hojas de la Lira Popular, encontremos otra obra gráfica con tantos elementos en común y con la misma fuerza expresiva”, señala Micaela Navarrete, curadora del Archivo de Literatura Oral y Tradiciones Populares de la Biblioteca Nacional, estableciendo de esta manera una filiación entre la obra de Coirón y esta manifestación de la Literatura de Cordel.


Loro Coirón es muralista grabador sobre linóleo y madera, francés de nacimiento y porteño de adopción. Fue a la espera del barco que lo llevaría de regreso a Europa en 1995 -después de quince días de caminatas por Valparaíso- cuando sintió la magia de la ciudad porteña. Una vez llegado a Francia, realizó un primer grabado mural impreso sobre papel craft blanco y se lo envió por correo a Mario Llancaqueo Vera, dueño de la librería Crisis en el puerto, para “rememorar el sabor del tiempo tan especial propio de la ciudad del puerto principal y la buena onda que él le ha dado a su librería”.


Así, cada año Loro regresa a Valparaíso para dibujar la actividad humana y comercial del puerto a los pies de sus 46 cerros, donde cada cual es indispensable en la armonía de la colectividad.


Para Micaela Navarrete, Loro Coirón “ha sido el cronista del alma de Valparaíso, ese verdadero patrimonio, no el que oficialmente llaman de “la Humanidad”, sino el de la cotidianeidad. De la gente sencilla y humilde, digna y orgullosa, del porteño de verdad. De los hombres y mujeres de trabajo y de festejo, de sus labores y su entorno. Los chiquillos volando por las escaleras, la señora gorda de vestido floreado bajando del cerro a sus compras. Sin que falten el emblemático quiltro callejero, los gatos dueños de todos los rincones y las gaviotas (…) En esas imágenes es posible hacer otra lectura de Valparaíso, ese puerto vivo, palpitante, inquieto, como un personaje más de nuestra geografía”.


Excepto algunos casos, el conjunto de imágenes exhibidas en Una manera de eMIgrAR –título creado por el artista en conjunto con su amigo Alberto Dittborn- son detalles o elementos preparatorios de un mural grabado sobre una tabla de linóleo y madera de pino y previsto para medir 300 metros de largo por 4 metros de alto. Tarea que Coirón emprendió hace 15 años y cuyo título es “Paseo de un visitante europeo en el plan de Valparaíso a la boca del siglo 21…”.


“La idea de un mural de 300 metros de largo sobre 4 metros de alto nació simplemente del deseo de decir “gracias” a un pueblo costero, marino, por su sentido de acogida y originalidad. En general, se trata de desprender las impresiones chilenas sobre las calles porteñas y aquellas del plan, en particular. Este lugar, privilegiado, precioso, abrazando al puerto y donde cada uno es indispensable, ¡como en una familia!”, reflexiona el artista en uno de sus textos.

Lo que podría parecer una locura es en realidad una utopía, Thierry Defert, desde hace 15 años no cesa de grabar esta obra y según su último cálculo de probabilidad debería terminar los 1.200 metros cuadrados “un día de un mes a los 127 años hacia las 17 horas”.